jueves, 27 de diciembre de 2007

Tienes un mensaje de alguien que te quiere

Artículo publicado en "vistazoalaprensa.com" en noviembre de 2005

Imagino que por mor del azar, o váyanse ustedes a saber a causa de qué entresijos cibernéticos y telemáticos, llevaba unos días el teléfono móvil de este que les escribe recibiendo de manera regular un mensaje de texto con el ídem “Tienes un mensaje de alguien que te quiere. Para saberlo envía PAR al 5585”. A continuación, detrás de unos puntos suspensivos, aparecía -tal cual- el siguiente código: “PUBLI(c.1.2e+iva)M18.CH-AT.Bajas:902350015”.

Después de un ejercicio de criptografía al más puro estilo “Código da Vinci” interpreto que la conjunción de letras “PUBLI(c.1.2e+iva)M18.CH-AT.Bajas:902350015” que siguen a la noticia de que alguien anda por ahí bebiendo los vientos por un servidor, debe significar, más o menos, que se trata de publicidad, que el coste del mensaje es de 1.2 euros más IVA, que es un servicio para mayores de 18 años -lo de la CH, el guión y lo de AT sigo sin descodificarlo pero tengo trabajando en ello a un amiguete (licenciado en Informática y especialista en desencriptación y en códigos binarios) y a uno de mis sobrinos, hábil donde los haya descifrando esa jerigonza usada en los SMS- y presumo que el número que sigue a “BAJAS” ha de tratarse del teléfono al que se ha de llamar para que dejen de enviarle a uno esas declaraciones de amor telemático, que como todos ustedes ya imaginarán no son más que una estafa telefónica como otras tantas que las compañías de telefonía de este país toleran, mirando para otro lado y desoyendo las quejas de los consumidores, a cambio de suculentos beneficios.

Ni que decir tiene que semejante código de letras y números –vean si no- “PUBLI(c.1.2e+iva)M18.CH-AT.Bajas:902350015” y al venir en el cuerpo del mensaje separado del texto por un montón de puntos suspensivos para que quede fuera de la pantalla del teléfono, suele pasar totalmente inadvertido a muchos, especialmente adolescentes, haciéndoles picar en la trampa de que un amigo anónimo le está retando a un juego de pistas y a caer en un vaivén de mensajes y respuestas (a 1.2 euros más IVA) que les haga subir la factura del teléfono a alturas estratosféricas, alturas que suelen ser escaladas a golpe de talonario por parte de los padres.

Como ya sabrán mis queridísimos reincidentes, este que les escribe es propenso a todo tipo de situaciones, que no por grotescas e inverosímiles dejan de tener su gracia, relacionadas con la telefonía y que suelen coincidir con la sagradísima siesta, por lo que lo que, antes de que el acoso sexual al que estoy siendo sometido a través de SMS vaya a más, y en previsión de la integridad y la preservación de futuras modorras de sofá , llamo al número de las bajas para que cesen en su empeño de endosarme un ligue telefónico, en un día en el que –además- por dos veces, he recibido sendas llamadas al teléfono fijo informándome de que me ha tocado un Renault Twingo, valorado en más de ocho mil euros, y que para acceder al premio he de llamar a un teléfono 807 (de los de pago) a los que ya hice referencia en este mismo espacio (edición número 141) y a los que, visto lo visto, Telefónica les sigue dando cobertura para que cometan sus fraudes y estafas.

Inicio la aventura llamando al teléfono de bajas, con la esperanza de poder hablar con un humano que me diga de dónde han obtenido el número de mi teléfono móvil (que no debiera figurar en ninguna guía ni listado) y, mi gozo en un pozo cuando una grabación me da la bienvenida y me confirma que ése es el servicio de bajas, que teclee el número de mi móvil y que ya no volverán a enviarme ofertas de más ligues. Cumplido ese paso se corta la grabación sin que en ningún momento se haya identificado la empresa que presta esos servicios, ni den ningún otro tipo de datos como, por ejemplo, de dónde han obtenido mi número de teléfono.

Hecho esto, es decir comunicando a la empresa que deseo que eliminen mi número de teléfono de su base de datos y que me dejen tener la fiesta (y la siesta) en paz, les tiendo una pequeña trampa. Contesto al 5585 –recuerden que ése era el número al que tenía que enviar un SMS para conocer la identidad de quien tanto me quería- sabiendo de antemano que me van a estafar unos pocos de euros, pero dando por buena la inversión si a cambio me proporcionan el motivo de un nuevo artículo que les prevenga a ustedes, mis queridos reincidentes, sobre los variopintos timos telefónicos que tantas siestas fastidian a tantos españoles.

Envío, siguiendo las instrucciones del mensaje de texto, PAR al 5585 (1.2 euros + IVA) y de forma inmediata -como si mi admirador/a secreto/a tuviese el móvil en las manos y estuviese esperando ávido/a mi respuesta- me llega un mensajito con el texto “¿Sabes quien soy?”. Dando por sentado que quien contesta es un ordenador, pues los humanos solemos tardar al menos unos segundos en responder un mensaje, y que, además, ha ignorado mi petición al servicio de bajas.

Con el fin de poner a prueba la inteligencia artificial con la que los timadores del 5585 han dotado a su software contesto (ya van 2.4 euros más IVA) “Sí. Eres mi tía Gertrudis. ¿Qué tal?”. (Huelga decir que un servidor no tiene ninguna tía Gertrudis, que no es más que un personaje ficticio creado por la turbulenta mente de quien les escribe con el fin de evaluar los reflejos del ordenador de los timadores).

Igual de inmediato que el anterior recibo otro SMS. “Piensa un poco y te darás cuenta. Una pista. Soy chica de ojos azules y rubia. ¿Ya sabes quien soy?”. Certificando que al ordenador de los estafadores les importa un pimiento lo que se les conteste, pues deben tener un programa idiota que responde a piñón fijo una rutina programada, contesto: “Claro, tía Gertrudis, pero no hagas trampa, que tú eres rubia de bote. ¿Te han curado ya la sífilis en la enfermería de la cárcel? (ya van 3.6 euros más IVA).

“Bueno, te diré quien soy si me contestas lo siguiente: ¿De veras me dijiste aquellas cosas tan bonitas?”. Es la respuesta del ordenador de los embaucadores. Y ésta – ya van 4.8 euros más IVA- la de un servidor: “No, tía Gertrudis, no hace falta que me digas quien eres que ya te he calado. ¿A qué cosas bonitas te refieres? A lo de que fue tu halitosis lo que mató a mi canario?”.

“A mí me encantaron. ¿Te gustaría tener una relación conmigo? Luego te digo quien soy”, responde la maquinita, a la que parece haberle encantado mi comentario sobre su halitosis. Respondo, constatando de nuevo que el programa informático de los estafadores no toma en cuenta las respuestas recibidas. “Que ya sé quien eres, tía Gertrudis, pesada. Y no seas cochina, que podría ser tu nieto. Déjame ya en paz”.

Ya van 6 euros(más IVA), límite que previamente me había autoimpuesto. La respuesta del ordenador ligón no se hace esperar: “¿Te gustaría que quedáramos este finde y lo pasáramos bien? Yo tengo muchas ganas”. ¿Y tú? “.

Este que les escribe se queda con las ganas de contestarle que sí, que le seduce sobremanera la idea de quedar este fin de semana con un ordenador idiota, pero me lo impide la desazón que me provoca la certeza de que a esa máquina no le importan en absoluto mis sentimientos, que es un ordenador que se prostituye por unos míseros 1.2 euros (más IVA), una computadora díscola, sicalíptica y promiscua, ávida de SMS y sin ninguna conmiseración para con quienes pretenden, como es el caso de un servidor, una relación sólida, duradera, desinteresada y basada en el respeto mutuo.

Superada mi desilusión inicial, que no en vano he pagado 6 euros (más IVA) a una máquina que me ha demostrado que sólo me quería por mi dinero, pues en el momento que dejo de enviarle euros vía SMS pasa de mí como se pasa de una estufa en Nairobi, inicio el contraataque, consistente en averiguar la identidad de ese ordenador tan desconsiderado, para decirle cuatro cosas bien dichas.

Puesto al habla con el número de atención al cliente de Movistar una grabación me solicita ( imagino que ya me deben haber puesto una cruz y marcado con rotulador fosforito, por pesado, en sus ordenadores) que exponga el motivo de mi consulta:

- Solicitar información sobre publicidad no deseada.

Musiquita de espera.
Más musiquita de espera.
-No se retire (voz de grabación)
Musiquita de espera.
-Por favor (voz de grabación) ¿podría concretar el motivo de su consulta después de escuchar la señal? Piiiii.
-Hablar con humano.
Musiquita de espera.
Más musiquita de espera.
-No se retire (voz de grabación) va a ser atendido por un agente especializado.
-Buenas tardes, le atiende Vanesa.

Vanesa, si es que así se llama el agente especializado, y que -no me pregunten por qué- me causó toda la sensación de que la señora en cuestión tenía más voz de Mercedes o Milagros que de Vanesa, me comunica que el número 5585 no corresponde a Movistar, y me remite al 902 93 46 12, número de la AESAM (Asociación de Empresas de Servicios a Móviles), entidad que engloba a los productores de publicidad vía SMS.

-Buenos días, le atiende el servicio automático de la Asociación de Empresas de Servicios a Móviles. Por favor... tut, tut, tut...

Se corta la comunicación.

Nueva llamada.

-Buenos días, le atiende el servicio automático de la Asociación de Empresas de Servicios a Móviles. Por favor... tut, tut, tut...


Se corta de nuevo la comunicación.
Guerrillero que se está poniendo uno con el tema, vuelve a llamar a Movistar. Les ahorraré, mis queridos reincidentes, el repetido pasaje de musiquitas y grabaciones hasta que aparece una nueva agente especializada que dice llamarse María (ésta sí tiene voz de María) y a la que le repito lo que ya comuniqué a la presunta Vanesa, añadiéndole que no puedo ponerme en contacto con el número facilitado porque se corta, contestándome, como ya hiciera la Vanesa con voz de Milagros, que el 5585 no es un número de Movistar, remitiéndome de nuevo al teléfono que se corta e informándome que nada más puede hacer por mí Movistar.

En realidad sí harán algo más por mí: cobrarme los 6 euros (más IVA) en mensajes al 5585 quedándose el porcentaje que le corresponda.

Llegados a este punto, y después de preguntarse quien les escribe si es ésta una manera provechosa de pasar una tarde de asueto y contestarse que no, pero que en la calle llueve, que se acabó la novela que estaba leyendo y que en la tele no ponen nada de interés, le pregunto a nuestro querido y sabio amigo Google por la AESAM y me facilita su web, donde aparece un buscador en el cual, tras introducir el número del remitente de los SMS, identifican a su propietario. ¡Eureka! –me digo- Voy a conocer la identidad del ordenador que me propone pasar un finde de lujuria y desenfreno.

Lo sentimos –leo en la web de la AESAM- el número 5585 no corresponde a ninguna empresa miembro de ASAM.

O lo que es lo mismo, no hay forma humana de saber quién está detrás del 5585 (una última comunicación a Movistar –esta vez el agente especializado, Abilio, el más amable de los tres- me insiste en que, pese a cobrar los 6 euros (más IVA) en nombre del 5585, nada tienen que ver con ellos) y, lo que es peor, este fin de semana, lejos de pasármelo de escándalo y de vicio con una computadora idiota a la que le encanta que le recuerden sus problemas de halitosis, seré fiel a mi viejo ordenador y juntos, escribiremos este artículo barato que sólo ha costado 6 euros (más IVA). Espero que, como mínimo, les sirva a ustedes, mis queridísimos reincidentes, para que desconfíen de admiradores/as secretos/as que se comuniquen a través de números como el 5585. No vaya a resultar que bajo la promesa de un/a rubio/a de ojos azules (o moreno/a de ojos marrones, dependiendo del gusto de cada cual), y una vez que les haya desplumado a golpe de SMS, se les aparezca mi tía Gertrudis.

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