miércoles, 26 de diciembre de 2007

Los datos de Movistar (que otrora fueran míos)

Artículo publicado en "vistazoalaprensa.com" en octubre de 2004

Estaba este que les escribe intentando llevar a cabo esa grata actividad que nos distingue a los españoles del resto de la humanidad, entiéndase siesta, cuando un mensaje al móvil le sacó de tan placentero letargo. Los señores de Movistar me informaban que, de no manifestar mi expresa disconformidad, iban a “tratar” mis datos, de manera que pudiesen realizarme llamadas automáticas con las que ofrecerme promociones y servicios.

Estando aún medio sumido en los dulces brazos de Morfeo, decido posponer cualquier decisión hasta la finalización de la siesta. Pocos minutos después, otro mensaje me zarandea, me vapulea y me empuja fuera de mis aventuras oníricas. Movistar de nuevo. Lo mismo de antes. Desdeño, pese a ser lo que me pide el cuerpo, la posibilidad de meter el móvil en la lavadora y darle al centrifugado, e intento que Morfeo vuelva a acogerme en su seno. Cuando lo consigo, un tercer mensaje me trae, esta vez a tirones y a rastras, de vuelta a la realidad. Los destrozasiestas de Movistar se quieren asegurar de que me doy por enterado de su voluntad de tratar mis datos. A eso se le llama eficacia y tenacidad.

Arruinado mi derecho inalienable de disfrutar de una dominical siesta con la que pretendía sobreponerme de la desazón producida por el adelantamiento de Rossi a Gibernau pocos metros antes de llegar a la meta, opto por vengarme de Movistar comunicándoles que mis datos son míos, y que no me sale de las narices que traten con ellos, que muchos son los beneficios que ellos obtienen de mí y pocos los que obtengo yo de ellos, estando además esos pocos, sobradamente condonados con los abusivos precios que cobran por sus servicios, incluido el de “despertador para siestas” que no recuerdo haber contratado.

Ofrece Movistar tres posibilidades para expresar la disconformidad con su iniciativa de apoderarse aún más de mis datos. La primera, una llamada al número gratuito 4407; la segunda, hacerlo a través de la página web de Movistar; y la tercera, enviándoles una carta a una dirección de Madrid.

Pese a echar en falta la opción, mucho más fácil y rápida, del correo electrónico con el que Movistar, Terra y Telefónica (entre otros) me bombardean asiduamente con su propia publicidad, opto por la llamada al número gratuito. La grabación de una voz femenina me explica que si no deseo que me vuelvan a fastidiar siestas, introduzca el número ICC de mi tarjeta SIM, número que puedo obtener marcando: asterisco, almohadilla, 102, almohadilla y tecla de llamada. Me pregunto si no sería más fácil que solicitaran el propio número de teléfono, cosa que tampoco necesitarían, pues de sobra saben quién les llama. Si uno fuese mal pensado quizás llegase a la conclusión de que estaban complicando la cosa para llegar al “triunfo psicológico sobre el cliente” que tan bien describía mi admirada Nieves Concostrina en uno de sus artículos en este mismo medio dedicado a la misma compañía de telefonía móvil, pero no, uno que no es malpensado llega a la conclusión que lo que en realidad pretende Movistar es que todos sus abonados conozcamos el número ICC de nuestras tarjetas SIM, dato harto necesario en la vida moderna y sin el cual no sé cómo he podido vivir hasta ahora. Marco la serie de números, asteriscos y almohadillas y, como por arte de magia, aparece en la pantalla de mi móvil una serie de trece (lagarto lagarto) cifras. Emocionado, doy las gracias a Movistar por permitirme conocer el número de ICC de mi tarjeta SIM y les llamo de nuevo al 4407. La señorita de antes, u otra con idéntica voz, tono y acento, me pide que introduzca el número ICC de mi SIM. Lo introduzco. Una pausa.

“En estos momentos, no podemos atenderle. Rogamos vuelva a llamar pasados unos minutos”.

Y, como haría cualquiera, lejos de obedecer el ruego de la señorita de Movistar de dejar pasar unos minutos, llamo compulsivamente, una y otra vez, escuchando a mi ya casi amiga de Movistar, comunicándome que no pueden atenderme aún. Once llamadas, cada una de ellas introduciendo el mismo código ICC de trece (lagarto, lagarto) dígitos. No me negarán ustedes que la gente de Movistar nos procura entretenimientos la mar de didácticos. Gracias a ellos ya me sé de memoria mi número ICC. De aquí al Nobel de Matemáticas.

Llamada número quince. El ICC ya lo tecleo sin mirar el papelito. Una pausa. Mi amiga de Movistar me susurra esta vez: “el ICC marcado no es correcto. Gracias por su llamada”.

“Eso te ocurre por pasarte de listo, Miguel –me digo- y por querer marcar sin mirar la chuleta”. Nueva llamada al 4407. Esta vez mirando y comprobando minuciosamente cada uno de los trece (lagarto, lagarto) números de los que está compuesto el puñetero ICC de las narices. Se hace el silencio. “El ICC marcado no es correcto. Gracias por su llamada”.

Barajo la posibilidad de haberme equivocado al anotar la serie de números y, tras volver a introducir el código de almohadillas y asteriscos, utilizo el recurso “copiar y pegar” de mi teléfono para introducir sin errores posibles el ICC; observo con desesperación que es el mismo que he introducido no sé cuántas veces y que a estas alturas ya me resulta tan familiar (gracias Movistar) como mi número de DNI o mi fecha de nacimiento. Nueva llamada al 4407. “En estos momentos, no podemos atenderle. Rogamos vuelva a llamar pasados unos minutos”.

Sin querer darme aún por vencido, pero algo más cerca de constatar en mis propias carnes cuánta razón tenía Nieves en lo de “Movistar, o el triunfo psicológico sobre el cliente”, me decido a probar en la página web de Movistar. Reviso todas las pestañas, enlaces, apartados. Utilizo su buscador consignando “datos, cesión de mis datos, privacidad de mis datos” y todas las combinaciones con mis/sus datos que se me ocurren y no consigo encontrar dónde manifestar mi no conformidad. Regreso al teléfono gratuito 4407.

Vuelvo a teclear el ICC con diversos resultados. Unas veces dicen que ése no es mi ICC y otras no pueden atenderme. La voz de mi amiga de Movistar me parece ya dulce y cautivadora. ¿Me estaré enamorando de ella?

Me rindo. El triunfo psicológico de Movistar sobre este cliente es aplastante e innegable. Total… ¿qué importancia tiene el hecho de que Movistar haga con mis datos lo que les venga en gana? Al fin y al cabo más siestas me fastidian las múltiples llamadas de teléfono que recibe mi hija adolescente y para las que nadie ha pedido mi consentimiento, detalle que sí ha tenido Movistar. Gracias, Movistar. Muchas gracias. Mis datos son ya del todo vuestros. Habéis vencido.

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