miércoles, 26 de diciembre de 2007

Confidente y buena gente.

Publicado en "vistazoalaprensa.com" en abril de 2004

La noticia de que dos de los implicados en los atentados del 11-M son, o han sido, confidentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, ha sobresaltado la opinión pública, derramado ríos de tinta en los medios y, como ya empieza a ser habitual, crispado los ánimos de nuestros políticos.

La reacción de los políticos es quizás lo que menos importa pues, tiempo al tiempo, ésta va a ser tónica general en los próximos años. Lo de los ríos de tinta en los medios, también se entiende, que igual que el pastelero vive de vender pasteles, el periodista vive de vender periódicos. Lo que me cuadra menos es la reacción de la gente en la calle. Me cuadra muy poco ver a Manolo en el bar frente a su copa de Magno, o a la Señora Lourdes en la panadería, o a los universitarios en el bar de la facultad, todos ellos, indignados ante semejate vergüenza. Iracundos y encrespados porque el marroquí Rafá Zuher y el español Emilio Suárez han sido en algún momento informadores de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía respectivamente.

Sí me cuadraría, si se hubiese dado el caso de que esos dos cabritos (quitándoles años) hubiesen aprovechado su condición de confidentes, o sus contactos en la policía, para cometer las fechorías por las que han acabado siendo detenidos; pero no ha sido así. Dos delincuentes (que eventualmente ejercían de chivatos ante la policía) han delinquido otra vez más, como muchas veces habían hecho antes.

Y no sé yo qué se imagina la sociedad civil que es un confidente. ¿Acaso piensa que existe un Colegio Profesional de Confidentes Policiales donde quejarnos ante la actuación poco afortunada de uno de ellos? ¿Alguien había imaginado que dichos especimenes ejercen su profesión tras cinco años de facultad y que se rigen por un altruista código deontológico?

Pues no. Los confidentes, salvo alguna honrosa excepción que imagino habrá en alguna parte, son escoria. Forman parte de ese inframundo en el que la realidad supera la ficción más cruda de la más oscura novela negra. Los confidentes no son respetables padres de familia que cuando salen de la oficina, se cambian de ropa para acudir al pluriempleo a mezclarse con ladrones y pederastas, para hacer acopio de informaciones que vender a la policía. Los confidentes son esos mismos ladrones y esos mismos pederastas que intentan ganarse la vista (más o menos) gorda de algunos policías, a cambio de ciertas informaciones. Un confidente es el delincuente acusica y soplón de sus socios delincuentes. En dos palabras: Buena gente...

Quizás nuestra policía ha pecado de poco prudente y no ha sometido a sus confidentes a los controles de calidad tan en boga en las economías de mercado. Debieran haber promovido el estatus de “Confidente con denominación de origen”. Obligarlos a obtener el “Carné de tratante de informaciones (en ocasiones perniciosas) para uso policial”. Qué menos que exigir a los confidentes el certificado de homologación ISO 9002 de calidad europea en soplos y delaciones.

Y si todo lo anterior no resultase suficiente, quizás debiéramos exigir a los encargados de velar por nuestra seguridad, que tras este desgraciado episodio sólo traten con confidentes sin antecedentes penales. A ser posible hijos de buenas familias y residentes en barrios pudientes. Que vistan con ropas elegantes, que huyan siempre de las malas compañías y de los ambientes sórdidos. Que no beban, que no fumen y que no sean sexualmente promiscuos. Con todo esto, quizás no se aseguren unos informadores eficaces y eficientes al cien por cien , pero sin lugar a dudas podremos sentirnos todos la mar de orgullosos de los confidentes de nuestra policía, que es –visto lo visto- lo que realmente importa en este país. ¡País!

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