sábado, 10 de diciembre de 2011

MEA CULPA



Quisiera pedir disculpas a todos mis queridos reincidentes. Incluso quiero disculparme ante los que aún no lo son y a los que jamás lo serán. Porque un servidor es el responsable de esta grave crisis, y lo es porque ha vivido por encima de sus posibilidades, que, según parece, es éste y no otro el motivo de la grave crisis internacional y, por tanto, de los consiguientes recortes con los que nuestros abnegados gobernantes van a poner coto a tanto despiporre y a tanto cachondeo.


Un servidor, en vez de vivir debajo de un puente, como sin duda hubiese correspondido a su casta, tuvo la osadía de pedir una hipoteca y embarcarse en la adquisición de una vivienda.


Un servidor, en su atrevimiento, cambió su utilitario por un coche de cuatro puertas, desafiando así a los que en su abolengo sí llevaban implícito tal privilegio.


Un servidor, en vez de renunciar a sus vacaciones y seguir trabajando el mes de agosto y así fomentar el ahorro patrio, dilapidó parte de sus ahorros en un viaje al extranjero que no sólo desequilibró nuestra balanza de pagos en favor de bárbaros paganos, sino que, por añadidura, provocó la incomodidad de aquellos que, habiendo nacido en respetables cunas, a buen seguro se sintieron insultados al verse obligados a compartir avión y hotel con un triste asalariado. ¿Cómo pude ser tan osado y tan impertinente?


Un servidor, no contento con esto, cometió la temeridad de enviar a su prole a la universidad, beneficiándose así de los tributos que los señores tuvieron a bien poner a disposición de los que verdaderamente merecen instruirse con la élite. Quien les escribe, en su irresponsabilidad, cometió el crimen de crear en su descendencia la falsa esperanza de que les esperaba una vida llena de oportunidades en la que, con suerte, quizás un día podrían optar a un estatus que en justicia no le correspondía.


Un servidor, por si fuera poco todo lo anterior, abusó del sistema sanitario público y contribuyó a su colapso al caerse de su moto. Obligando así al Estado a malgastar dinero público en un ingreso hospitalario a todas luces innecesario y, sobre todo, inmerecido, dilapidando parte del erario en costosas pruebas que jamás debieron estar al alcance de la plebe. ¿Cómo puede subsistir una economía que practica una tomografía axial computerizada a un simple asalariado que tan sólo ha cotizado treinta míseros años a la seguridad social?


No sean demagogos y no echen balones fuera. No sean cínicos y no llamen dispendio a las inversiones que nos harán más competitivos. No es dispendio sino inversión el aeropuerto de Castellón, ni el de Ciudad Real, ni el de Lleida, ni las dietas de los senadores y los diputados, ni sus pensiones vitalicias, ni las líneas de AVE con dos pasajeros al día.


No me sean populistas y no manipulen las cifras empleándolas de forma partidista afirmando que con la diferencia de precio entre un billete en primera clase de un eurodiputado y uno en clase turista se pagarían veintitrés días de sueldo de un profesor, ni saquen de contexto los cuatrocientos mil euros que han costado los cuadros del Senado, ni se les ocurra preguntar por los millones de don Iñaki, ni por las subvenciones millonarias a la Casa de Alba, ni por los dividendos de los pobres banqueros …


No busquen más. El culpable de la crisis es un servidor. Y ya iba siendo hora de que pagase por ello. Realicen un ejercicio introspectivo y, si fuera el caso, sean valientes y entonen conmigo sus respectivos mea culpa. Verán lo bien que les sienta y lo liberados que se van a quedar. De la penitencia –no crean que se van a ir de rositas- hablaremos en la próxima ocasión.