jueves, 26 de junio de 2008

Obsesión por la Zeta

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en junio de 2008

Perturbación anímica producida por una idea fija, o idea que con tenaz persistencia asalta la mente, son las dos acepciones con las que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define el vocablo que con el que empieza el título esta columna.

Si me lo permiten mis queridos reincidentes, les relataré una batallita al hilo de la zeta y luego les cuento lo de la obsesión. Un sábado de éstos, un servidor había quedado en Zaragoza con la escritora y periodista Nieves Concostrina. Ese día, y coincidiendo con la inauguración de la Expo, el equipo del programa radiofónico de RNE “No es un día cualquiera”, en el que Nieves colabora, transmitía en directo desde el interior del recinto de la exposición.

Servidor de ustedes se hallaba junto a la caseta donde se expedían las acreditaciones de prensa cuando recibió la llamada de Nieves.

-¿Dónde andas?
- En la caseta de las acreditaciones de prensa.
- Perfecto, estoy muy cerquita. Saldré por la puerta que verás justo al otro lado. Fíjate en una zeta de agua enorme, al lado de una carpa con muchos ángulos, ahí estoy en dos minutos.

Un servidor, que miraba a diestra y siniestra en busca de la zeta enorme, pese a identificar de inmediato la carpa de los picos y los ángulos, no supo encontrar el farolillo rojo de nuestro abecedario. Dos minutos más tarde Nieves llamaba de nuevo.

- Ya he salido y no te veo. Estoy bajo la zeta.

Y un servidor, que ya veía a Nieves caminar por el otro lado de la avenida, seguía sin ver la zeta de marras.

- Ya te veo, Nieves. Espérame ahí que voy, y me explicas dónde narices está la puñetera zeta.

Efectivamente la zeta estaba allí, justo encima de Nieves. Lo que yo había tomado por una gota de agua despanzurrada, era en realidad una zeta y el logotipo que simboliza la Exposición Universal de Zaragoza 2008. Era una zeta, una zeta de Zaragoza, pero podía haber sido un dos, un patito mal dibujado, el cauce de un río (o de una ría, que diría cierta Ministra) zigzagueando en un valle, la representación de una carretera de montaña como las que nos gustan a los moteros… o váyanse ustedes a saber. Pero era una zeta. Rarita pero zeta. Hasta aquí la batallita.

Esta tarde, mientras este columnista escribía un artículo en el que vestía de limpio a cierto radiopredicador por sus palabras dedicadas a cierta magistrada y a cierta sentencia, y en un receso para airearse sus dos neuronas y fumar un pitillo, aparecía en la tele, en un programa de zapping, también con zeta, Curri Valenzuela, desde su programa de Telemadrid, escandalizada por ponerle a la Expo un símbolo con la Z de ZP, pasando un vídeo en el que, efectivamente, se ve a Zapatero en la inauguración y zetas raritas como la que les describía por doquier, incluso en la solapa de Su Majestad. Se oye a doña Curri, o quizás sea una de sus colaboradoras, mascullar “esto es escandaloso”, “una vergüenza” y demás locuciones sorpresivas sobre la ocurrencia del logo y su identificación con ZP. Concluyen con que no es casual.

Elijan ustedes cuál de las dos acepciones se les antoja más pertinente a la obsesión de Curri, si la de “perturbación anímica producida por una idea fija”, o la de “idea que con tenaz persistencia asalta la mente”. Tiene razón doña Curri, no es casual. Zaragoza se escribe con zeta. Con zeta de Zaragoza.

viernes, 20 de junio de 2008

Esos endemoniados aparatitos.

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en Junio de 2008

Podríamos definir a la sociedad de consumo como aquella que nos convierte en imprescindibles, objetos que poco tiempo atrás nos resultaban del todo innecesarios; sobre todo si hemos caído ya en la tentación –que no en la necesidad- de utilizar utensilios que, si bien apenas existían hace una década, hemos transformado en oscuro objeto de deseo. Pero no de un deseo sano, como el que embarga a mi tía Gertrudis -viuda la pobre desde 1977- cada vez que ve aparecer en el cine -en paños menores y marcando abdominales- a Brad Pitt caracterizado de Aquiles, sino un deseo despiadado y esclavizante, como el que poseía al monstruo de las galletas cuando le pasaban una ídem por delante de los morros.

Cualquiera de nosotros se quedaría vuelto del revés si de hoy para mañana nos viésemos obligados a prescindir del móvil, olvidando que hace poco más de una década salíamos de casa, tan panchos, sin móvil, y que llegábamos a nuestro destino, de la misma manera que lo hacemos hoy, y sin la necesidad añadida de estar permanentemente conectados, o mejor dicho, atrapados por la implacable red de telefonía móvil.

Y aunque resulta del todo incuestionable que el móvil nos puede sacar de un aprieto en un momento de apuro, no es menos cierto que esos endemoniados aparatitos ocasionan al más pintado no pocos quebraderos de cabeza.

El primero y que genera peores consecuencias es perderlo. ¿Alguno de ustedes había perdido antes un teléfono fijo? Pues estos nuevos chismes se pierden –se lo dice uno que ha perdido no uno, sino dos- y lo peor no es eso. Porque uno extravía cualquier otro objeto, como el reloj, por poner un ejemplo, y después de flagelarse de palabra –o incluso de obra en el caso de masoquistas- juramentar en arameo y agotar su particular listado de imprecaciones, tacos y palabras mal sonantes, va al relojero, se compra otro y santas pascuas. Si pierde usted el móvil, además, puede encontrarse con la ingrata sorpresa de que, a menos que la persona que lo encuentre sea un alma caritativa –especie en extinción, como podrá comprobar abriendo cualquier periódico por cualquiera de sus páginas- le cargarán a su próxima factura telefónica diecisiete conferencias a Tánger (o, con mucha suerte, a Motilla del Palancar) porque resulta que cuando usted se da cuenta que ha perdido el móvil y lo denuncia ante su compañía, el que lo ha encontrado ya ha practicado reiteradamente lo de “Hola, soy Edu, feliz Navidad” con los todos árboles genealógicos de todos y cada uno de los miembros de su numerosa cuadrilla. Y releyendo este párrafo, cae un servidor en la cuenta de que la referencia a Tánger puede ser considerada de tinte racista, al poder llegar a causar la sensación de que quien les escribe asocia un hecho reprobable a un colectivo étnico concreto, es por lo que les pido que, si son tan amables, olviden dicho topónimo y la preciosa ciudad mediterránea a la que nombra, y lo sustituyan por cualquier otro lugar patrio, todo ello en aras de lo políticamente correcto y ante la clara evidencia de que, cuando nos hace una faena uno del país, uno puede ponerlo como un trapo con mayor desahogo y sin temor alguno a que lo tilden de xenófobo, que no en vano he de reconocer que en el caso de las dos pérdidas de móviles sufridas por quien les escribe, las consecuentes e inevitables llamadas fraudulentas de quien lo halló fueron hechas a teléfonos de la península, lo cual permitió a un servidor poner a parir al chorizo (e hijo de mala madre) sin freno alguno, desahogo que les recomiendo en casos similares por ser altamente beneficioso para la prevención de futuras úlceras de estómago.

Otro inconveniente de los móviles es que los que usamos el fijo quedamos siempre en segundo plano en el preciso momento en el que un celular entra en escena. A todos nos ha pasado –y si a usted aún no, no se confíe, es sólo cuestión de tiempo- que al estar hablando por teléfono con un amigo, éste le interrumpe y le dice.

- Perdona. Un momento, que me llaman al móvil.

Y a usted le dan ganas de decirle:

- ¡Eh! Que yo también te estoy llamando, y, además, yo te llamé primero.

Pues da igual, irremediablemente le dejarán tirado como a una colilla para atender al otro que llama por el móvil que –visto lo visto- tiene mayor categoría; aunque siempre nos quedará el rencoroso recurso de apuntarnos el agravio y, cuando nuestro amigo nos pida un favor, soltarle:

-Que te preste los 100 euros tu amigo el del móvil, so desleal.

¿Y qué me dicen ustedes de lo inoportunos que resultan esos chismes? Al que más y al que menos le ha sonado cuando intenta pasar sigilosamente tras ese vecino pesado que cada vez que lo ve le pone la cabeza como un bombo explicándole que algo hay que hacer con la nueva vecina de la 7 A, que tiene la acera invadida con la hiedra, o –muchísimo peor- en una boda, empezando a sonar justo cuando el cura acaba de decir lo de “que lo diga ahora o que calle para siempre”, cosa que provoca que todo el mundo se gire con cara de pasmo -el gracioso de turno ya ha soltado por lo bajini lo de “será la otra, ya verás”- y a los novios les empiezan a caer enormes goterones de sudor de la frente y del alma.

O estar en la playa relajado en la tumbona, con la novela, el Marca o el Lecturas, y le llaman del trabajo comunicándole que a Peláez le ha dado un ataque de piedra al riñón y que usted ha de sustituirlo irremediablemente esa misma tarde. Diez años atrás a Peláez se le podría incluso haber perforado el apéndice vermiforme, o haberle pasado por encima un mercancías y usted seguiría tan ricamente en su tumbona, sólo interrumpiendo su relax supratumbonal para ir al chiringuito a por cervecitas y pescaíto frito. ¿Es esto el progreso?

Y podría seguir enumerando una larga sarta de inconvenientes y de despropósitos que suelen ocasionarnos los móviles, pero me van a disculpar ustedes porque el puñetero móvil –que para más INRI olvidé en el piso de abajo- no para de sonar y sonar. Sólo faltaría que a Peláez le hubiese dado algo y se me fastidie, otra vez, el fin de semana. Ya les contaré…

jueves, 12 de junio de 2008

Piquetes "Informativos". O te paras o te paro

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en junio de 2008

Al grito de “O te paras o te paro” detuvieron a la fuerza un grupo de camioneros a un chaval que circulaba en una furgoneta por la salida de un polígono industrial. De nada le sirvió al pobre explicarles a los del piquete “informativo” que aquello no era un vehículo de transporte, sino el medio para trasladar las herramientas con las estaba montando una máquina en una empresa sita en aquel polígono, y que no trataba más que volver al almacén donde proveerse de nuevas piezas que necesitaba. “Pues te vas en taxi, porque la furgona se queda aquí”, fue la respuesta de un energúmeno rechoncho y sin afeitar que, con un peto reflectante, hacía las veces de comandante de aquella revolución. Una llamada del chaval a su jefe y de éste a la policía, permitieron rescatar al montador y a la furgoneta, mientras el comandante insistía a los policías que allí sólo se informaba a los camioneros del sentido y necesidad del paro, pero que en ningún momento se coaccionaba a nadie, y que el montador era un vago redomado que había aprovechado que el Pisuerga pasaba por Valladolid para tirarse dos horas haciendo el gandul. ¡Encima! Tan convincente resultó el tono del camionero que incluso el jefe del montador hubiese dudado de la historia de su empleado si no fuera porque a otra furgoneta de la empresa, en el mismo polígono y en similares circunstancias, otro camionero cabreado -si no el mismo- le había reventado dos ruedas, un par de horas antes, merced a un certero golpe de punzón en el flanco del neumático, donde éste no puede ser reparado. Un verdadero trabajo de profesional, como el que casi ha achicharrado a otro camionero que dormía en su tractora y a la que prendieron fuego otros “compañeros” al más puro estilo mafioso. Y si es así, con estos gestos, como pretenden esos señores que el resto de la población les apoyemos, no sabe un servidor lo que opinarán mis queridos reincidentes, pero en el caso de quien les escribe, lo llevan de un claro que te rilas. Porque a cualquiera que se considere demócrata le ha de parecer bien a la fuerza que todo colectivo pueda ejercer su derecho al paro o a la huelga, pero no es de recibo que ésta se haga a lo bestia, sin acordar servicios mínimos y obligando a participar de ella no sólo a los que no les apetezca, sino incluso a los que no pertenecen a su sector. Parece ser que el colectivo convocante de las movilizaciones no alcanza ni el veinte por ciento de los camiones matriculados en nuestro país, y, sin embargo, lo están llevando casi al caos con sus métodos mafiosos. Es de suponer que entre esos bestias que se colocan los petos para “informar”, habrá gente honrada que ejerce su derecho a la huelga y a informar a sus compañeros con todas las de la ley. A esos, mis respetos y mi más sincera solidaridad, pero que tengan en cuenta que parecen ser minoría en un grupo que está extorsionando a muchos que tienen tanto derecho a trabajar como ellos a hacer el paro. Y es que lo que uno echa de menos en estas situaciones, es decir, en aquellas en las que no se cumpla la ley y se conculquen los derechos de terceros, es mucha más contundencia por parte de las autoridades ante los gamberros que se camuflan de trabajadores. Que pruebe cualquiera de mis queridos reincidentes a dejar su vehículo cruzado en la carretera bloqueándola cuando quiera protestar por la escalada en el precio de los combustibles –o en el de las compresas con alas- y verá el paquete que le cae y la de puntos que le vuelan. Porque si se permite actuar con impunidad a los que, saltándose a la torera los derechos del resto, coaccionan a los que no quieren pasar por el tubo –como no quieren la mayoría de asalariados que conducen camiones por cuenta ajena- mañana, serán los tractoristas, pasado los chóferes de autobús y el otro, los fabricantes de sacapuntas los que se verán con derecho a obligar a parar en el arcén, con el pretendido fin de luchar por sus derechos, a cualquier vehículo que circule sobre ruedas. Un servidor, que llenaba no hace mucho el depósito de su coche con 50 euros y ahora no lo hace ni con 75, necesita el vehículo a diario para desplazarse al trabajo por no haber combinación en transporte público que coincida con sus horarios, y le fastidia tanto como al que más que el gasóleo lleve camino de ser ya mismo más caro que el Rioja Gran Reserva, y, pese a no tener la posibilidad de repercutir el incremento del combustible en nadie, ni de deducirse el IVA como sí lo tienen los chóferes que son propietarios de sus camiones, no anda por ahí coaccionando a nadie, bloqueando carreteras, pinchando neumáticos ni desvalijando y quemando camiones. Esos cuatro energúmenos, a cuyo peto sólo le falta llevar inscrito lo de “gamberro en lucha”, han dado al traste con aquella imagen romántica del entrañable camionero del siglo pasado, que daba paso –qué tiempos aquellos- con el intermitente derecho, y al que incluso las folclóricas le cantaban por su solidaridad en la carretera y su presteza a ayudar al automovilista en apuros. Como no pongan remedio –ellos o las autoridades- y se empeñen en su actitud de pasarse las leyes por los cojinetes, a este paso cruzarse con un camionero por la carretera va a dar más yuyu que toparse de morros con el fantasma de la chica ésa de la curva en el día lluvioso de la leyenda urbana, bastante más inofensiva –dicho sea de paso- que esos cenutrios con peto a los que ojalá alguien meta en vereda de una puñetera vez. Ya sean camioneros o fabricantes de sacapuntas.

jueves, 5 de junio de 2008

Machistas peinagatos

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en junio de 2008
Qui no té feina gats pentina, que decimos en mi tierra, y que, traducido al castellano, significa que quien no tiene trabajo, peina gatos. Peinar gatos es una ardua tarea en la que se necesita, saña, tesón, paciencia, un gato y un peine; y, desde luego, algo de tiempo y nada mejor que hacer, que parece ser ésta la situación de la gente del GEES.

El GEES – me aguanto las ganas de hacer una broma fácil con las siglas- o lo que es lo mismo, el Grupo de Estudios Estratégicos -que como sabrán mis queridos reincidentes es un colectivo vinculado a la FAES de Aznar- es un grupo que se autodefine como una asociación sin ánimo de lucro dedicada al estudio y análisis de la seguridad internacional y de la defensa. El GEES –según reza en su sitio web- fue creado en 1987 con el objetivo de aunar y potenciar el trabajo de un grupo de profesionales dedicados a los estudios estratégicos. Forman parte del GEES personas provenientes del mundo académico, del militar, de la empresa privada y de profesiones liberales.

Y debe ser que la seguridad internacional, especialmente cuando se aborda desde el ámbito privado, no da mucho trabajo que digamos, cuando a lo que se vienen dedicando últimamente es a verter comentarios machistas sobre la Ministra de Defensa. Por si alguno de mis queridos reincidentes desconoce el significado de la palabra machismo, nuestro siempre socorrido diccionario nos define el vocablo como “Actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres”.

“Si todo el aparato de las fuerzas armadas puede ser llevado a tiempo parcial por otro ministro, sin que por ello se resienta nuestra seguridad nacional, ¿Por qué no ahorrarnos su sueldo y el de todos los componentes de su gabinete?” Es la pregunta que se hacen desde el GEES refiriéndose al permiso por maternidad al que tiene derecho la ministra Chacón.

Se jugaría un servidor mil duros –del siglo pasado, como el ideario del GEES- con cualquiera de sus queridos reincidentes, a que si el titular del Ministerio de Defensa fuese un señor y éste, por cualquier circunstancia médica debiera de ausentarse dos meses de su cargo –la Ministra sólo disfrutará de la mitad de la baja por maternidad por decisión propia- el GEES se planteara siquiera la posibilidad de prescindir de ese ministerio. Conclusión: Si hay algo que les joda más a los del GEES que una señora al mando de Defensa, es que esa señora haya paseado su tripita ante la tropa y haya puesto firmes a sus oficiales y jefes. Aquí y -con un par- en Afganistán. Y eso a un machista le duele…

Les ha fastidiado a los del GEES que la Ministra se haya declarado pacifista, considerando ellos un contrasentido que sea un -o una, mucho peor- pacifista quien dirija políticamente al estamento militar, ironizando sobre que, a este paso, el Ministerio de Defensa podría pasar a llamarse Ministerio de la Paz. ¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo el pacifismo? Diccionario de nuevo: Pacifismo: “Conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones”. ¿O es que los militares están exclusivamente para darle matarile al enemigo? ¿Qué pasa cuando no hay enemigo declarado?

Huelgan comentarios. Si por el hecho de ser mujer se cuestiona la valía de un Ministro y se considera una patochada entender la paz como un valor esencial, ellos solos se retratan. Y salen muy feos en la foto. Quizás debieran peinarse bien ellos, en vez de tanto peinar gatos.