jueves, 12 de junio de 2008

Piquetes "Informativos". O te paras o te paro

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en junio de 2008

Al grito de “O te paras o te paro” detuvieron a la fuerza un grupo de camioneros a un chaval que circulaba en una furgoneta por la salida de un polígono industrial. De nada le sirvió al pobre explicarles a los del piquete “informativo” que aquello no era un vehículo de transporte, sino el medio para trasladar las herramientas con las estaba montando una máquina en una empresa sita en aquel polígono, y que no trataba más que volver al almacén donde proveerse de nuevas piezas que necesitaba. “Pues te vas en taxi, porque la furgona se queda aquí”, fue la respuesta de un energúmeno rechoncho y sin afeitar que, con un peto reflectante, hacía las veces de comandante de aquella revolución. Una llamada del chaval a su jefe y de éste a la policía, permitieron rescatar al montador y a la furgoneta, mientras el comandante insistía a los policías que allí sólo se informaba a los camioneros del sentido y necesidad del paro, pero que en ningún momento se coaccionaba a nadie, y que el montador era un vago redomado que había aprovechado que el Pisuerga pasaba por Valladolid para tirarse dos horas haciendo el gandul. ¡Encima! Tan convincente resultó el tono del camionero que incluso el jefe del montador hubiese dudado de la historia de su empleado si no fuera porque a otra furgoneta de la empresa, en el mismo polígono y en similares circunstancias, otro camionero cabreado -si no el mismo- le había reventado dos ruedas, un par de horas antes, merced a un certero golpe de punzón en el flanco del neumático, donde éste no puede ser reparado. Un verdadero trabajo de profesional, como el que casi ha achicharrado a otro camionero que dormía en su tractora y a la que prendieron fuego otros “compañeros” al más puro estilo mafioso. Y si es así, con estos gestos, como pretenden esos señores que el resto de la población les apoyemos, no sabe un servidor lo que opinarán mis queridos reincidentes, pero en el caso de quien les escribe, lo llevan de un claro que te rilas. Porque a cualquiera que se considere demócrata le ha de parecer bien a la fuerza que todo colectivo pueda ejercer su derecho al paro o a la huelga, pero no es de recibo que ésta se haga a lo bestia, sin acordar servicios mínimos y obligando a participar de ella no sólo a los que no les apetezca, sino incluso a los que no pertenecen a su sector. Parece ser que el colectivo convocante de las movilizaciones no alcanza ni el veinte por ciento de los camiones matriculados en nuestro país, y, sin embargo, lo están llevando casi al caos con sus métodos mafiosos. Es de suponer que entre esos bestias que se colocan los petos para “informar”, habrá gente honrada que ejerce su derecho a la huelga y a informar a sus compañeros con todas las de la ley. A esos, mis respetos y mi más sincera solidaridad, pero que tengan en cuenta que parecen ser minoría en un grupo que está extorsionando a muchos que tienen tanto derecho a trabajar como ellos a hacer el paro. Y es que lo que uno echa de menos en estas situaciones, es decir, en aquellas en las que no se cumpla la ley y se conculquen los derechos de terceros, es mucha más contundencia por parte de las autoridades ante los gamberros que se camuflan de trabajadores. Que pruebe cualquiera de mis queridos reincidentes a dejar su vehículo cruzado en la carretera bloqueándola cuando quiera protestar por la escalada en el precio de los combustibles –o en el de las compresas con alas- y verá el paquete que le cae y la de puntos que le vuelan. Porque si se permite actuar con impunidad a los que, saltándose a la torera los derechos del resto, coaccionan a los que no quieren pasar por el tubo –como no quieren la mayoría de asalariados que conducen camiones por cuenta ajena- mañana, serán los tractoristas, pasado los chóferes de autobús y el otro, los fabricantes de sacapuntas los que se verán con derecho a obligar a parar en el arcén, con el pretendido fin de luchar por sus derechos, a cualquier vehículo que circule sobre ruedas. Un servidor, que llenaba no hace mucho el depósito de su coche con 50 euros y ahora no lo hace ni con 75, necesita el vehículo a diario para desplazarse al trabajo por no haber combinación en transporte público que coincida con sus horarios, y le fastidia tanto como al que más que el gasóleo lleve camino de ser ya mismo más caro que el Rioja Gran Reserva, y, pese a no tener la posibilidad de repercutir el incremento del combustible en nadie, ni de deducirse el IVA como sí lo tienen los chóferes que son propietarios de sus camiones, no anda por ahí coaccionando a nadie, bloqueando carreteras, pinchando neumáticos ni desvalijando y quemando camiones. Esos cuatro energúmenos, a cuyo peto sólo le falta llevar inscrito lo de “gamberro en lucha”, han dado al traste con aquella imagen romántica del entrañable camionero del siglo pasado, que daba paso –qué tiempos aquellos- con el intermitente derecho, y al que incluso las folclóricas le cantaban por su solidaridad en la carretera y su presteza a ayudar al automovilista en apuros. Como no pongan remedio –ellos o las autoridades- y se empeñen en su actitud de pasarse las leyes por los cojinetes, a este paso cruzarse con un camionero por la carretera va a dar más yuyu que toparse de morros con el fantasma de la chica ésa de la curva en el día lluvioso de la leyenda urbana, bastante más inofensiva –dicho sea de paso- que esos cenutrios con peto a los que ojalá alguien meta en vereda de una puñetera vez. Ya sean camioneros o fabricantes de sacapuntas.

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