jueves, 21 de enero de 2010

Munilla por un lado y xenofobia por el otro.

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en enero de 2010

Ésta es una de esas semanas en las que uno escribiría no una, sino varias columnas. Como ya habrán apreciado mis queridos reincidentes más fieles, quien les escribe ha perdido en buena medida la puntualidad con la que regularmente les torturaba asiduamente en todas y cada una de las ediciones de este periódico. Desgraciadamente para un servidor –y felizmente para ustedes-, nuevos compromisos adquiridos por este que les escribe hacen que no siempre pueda asistir diligentemente a la cita semanal con sus queridos reincidentes con la celeridad que otrora les taladrara pero, semanas como ésta, las tripas le piden a este columnista escribir, ni que sea quitándose horas de sueño, para ejercer de madrugada su inalienable derecho al pataleo y poner de vuelta y media a ciertos personajes que han aparecido recientemente en la prensa.

Lo del obispo Munilla no tiene desperdicio. Afirmar, como lo hizo, que los españoles tenemos un problema más grave que los haitianos a cusa de nuestra pobre situación espiritual es de apaga y vámonos. Demuestra la bajeza espiritual de ese señor, que considera más grave que, por poner un ejemplo, aquí se casen dos señoras que se aman a que en Haití se haya perdido ya la cuenta de las decenas de miles de muertos y haya desaparecido de facto todo un país. Una vez visto la que formó, corrió Munilla a matizar sus declaraciones, pero no pidiendo disculpas como hubiese sido deseable, alegando cualquier excusa increíble -como que el cilicio le oprimía el escroto y de soslayo el cerebelo- sino culpando a los medios de manipular sus palabras y haciendo hincapié en el matiz espiritual de sus declaraciones. Pues mire usted, don Munilla, un servidor ha escuchado esa entrevista varias veces detenidamente y su excelencia dijo lo que dijo y no hay vuelta de hoja. Si a usted le preocupa más el espíritu que la propia vida, si a usted le preocupa más nuestra catadura moral contraria a SU particular concepción de la moralidad que la desgracia y la miseria con visos perennes a la que se ve abocado todo un pueblo, le haría un buen favor a la humanidad aflojándose el cilicio de donde le oprime y metiéndoselo en la boca –lávelo antes- tan adentro que no le permita decir según qué barbaridades hasta que las piense mínimamente y valore cómo éstas le pueden sentar a quien lo ha perdido todo, entendiéndose como todo sus seres queridos y todas sus pertenencias. Luego –ahora voy a ser demagogo, pero la ocasión lo merece- si tiene usted narices, les convence de que todo ha sido voluntad divina. Eso sí… si está tentado de soltar –que tampoco me extrañaría en exceso- que el terremoto se trata de un castigo divino por aquello de la promiscuidad y el despiporre caribeño, casi mejor se lo calla. Mejor siga con su discurso sobre la inconveniencia del condón y metiéndose con los homosexuales, que a eso ya nos tienen acostumbrados los de su calaña. ¡Ea! Dicho está. Que se me note cabreado porque lo estoy. Y, llegado a este punto, casi mejor que cambie el tema, que cuanto más acelero más calentito me pongo, y a este paso acabo peor que Farruquito, porque lo que le pide el cuerpo a un servidor de ustedes es definir a ese hombre con varios adjetivos que, pese a que los merezca y que incluso en algún caso no sean más que descripciones objetivas, no deben de ser reproducidos en prensa cuando se pretende ser mínimamente elegante y –especialmente- cuando no se es amigo de acumular querellas.

Más desahogado, puedo así entrar en el siguiente tema del que les quería hablar esta semana. Desde hace unos días, no dejan de entrar en mi correo electrónico, día sí día también, mensajes con velado trasfondo racista. Y digo velado porque son enviados, mayormente, por amigos a los que llamarles racistas les supondría una ofensa, pues a buen seguro no se consideran xenófobos, pero el caso es que se han creado diversas cadenas de mensajes con un marcado tinte islamofóbico que debieran inquietarnos, no ya por los propios correos en sí –pues están burdamente manipulados, sospecho que interesadamente- sino por el efecto que pueden llegar a crear. En uno de esos correos aparecen fotografías en las que manifestantes de aspecto árabe portan pancartas del tipo “Decapitad a los que ofenden al Islam”, “Europa es el cáncer y la respuesta es el Islam”. “Europa, aprende del 11-M”, “Preparaos para el Holocausto”. Ese mensaje, adjunta una leyenda en la que se “desvela” una presunta conspiración para que esas fotos no aparezcan en la prensa. Tras la visión de ese correo, ya tenemos a honrados ciudadanos, que jamás se tendrían por racistas, escandalizados y transmitiendo en cadena ese mensaje, alertando de la que se nos avecina. Ninguno parece haber reparado en que las fotografías se aprecian claramente manipuladas a poco que uno se mire con detenimiento las pancartas, y ninguno se ha molestado en verificar ese e-mail en alguna de los miles de páginas que se dedican a desmontar correos basura y bulos en la red.

Lo mismo con otro mail en el que muestran fotografías de una presunta boda de 450 ciudadanos musulmanes, casándose con niñas prepúberes, también más falso que una moneda de tres euros –las niñas de las fotos no son las novias, sino damas de honor al uso en una boda festiva y multitudinaria-

Más de de lo mismo en otro correo en el que se ponen en boca del primer ministro australiano todas la declaraciones xenófobas efectuadas por todos los “Le Pen” australianos. El correo –que incluso ha sido publicado como noticia en algún rotativo poco dado a contrastar hechos y verificar fuentes- afirma que un líder así es lo que necesita este país y el correo, titulado “Con un par”, finaliza con un “Viva España”. Lo que tendrá que ver la gimnasia con la magnesia y el tocino con el espacio partido por tiempo que, como ya saben mis queridos reincidentes, no es sino velocidad.

Que habrá en estos mundos islamistas radicales a los que se les ha ido la cabeza y que hagan y digan burradas. Pues sí, los hay. También hay católicos integristas, algunos incluso con sotana, a los que se les va la pinza y que –por poner un ejemplo- abusan de menores, y también tenemos a Munilla excretando oralmente auténticos despropósitos siendo todo un obispo con mitra y pedazo de anillo. Elevarlos -a unos o a otros- de lo anecdótico a la categórico es, como poco, más simple que el mecanismo de un botijo, que no hace falta recordar los miles de religiosos –de una y otra religión- que se pasan toda su vida trabajando para sus fieles de una manera honesta, digna y admirable.

Pero en cualquier caso, y retomando lo de los correos islamofóbicos, la verdad es que ya se siente uno agotado de contestar todos esos mensajes, buscando en la red los enlaces que desmontan punto por punto cada una de las falsedades vertidas en todos y cada uno de esos correos para facilitárselos a mis contactos. Y uno se pregunta… ¿A quién convienen ese tipo de E-mail? Pues fácil. Supongo que les sonará a ustedes -a menos que hayan estado hibernando estas últimas semanas en un iglú sin cobertura GSM y/o ADSL- el municipio catalán de Vic. Allí tienen un tal Anglada, que harto de presentarse por Fuerza Nueva en todas las elecciones posibles y no obtener jamás más votos que los de algún amiguete, cambió el discurso, se montó un partido de corte xenófobo y lleva ya unos añitos con sueldo de concejal pagado de los bolsillos de los contribuyentes, inmigrantes incluidos. ¿Significa eso que somos racistas?

Pues probablemente debajo de una fina capa de barniz que llevamos todos de serie al nacer y con el que se nos dota de la mínima ecuanimidad que se le debiera suponer a un ser racional, a poco que nos rasquen ese barniz nos sale una vena racista que tumba de espaldas, o si no les gusta el término racista, dejémoslo en clasista, que a ese cirujano egipcio que es una eminencia y que opera en la clínica donde las famosas se arreglan las tetas, a ése, todos, Anglada el primero, le llamamos de usted. Total, que todos esos correos actúan como decapante en aquéllos con barniz desgastado o poco consistente, y Anglada encantadísimo de la muerte, que después de toda una vida pregonando lo de Una Grande y Libre sin comerse un colín, ahora cobra de los presupuestos generales a costa de lo endeble de nuestro barniz, muchas veces con alegatos fundamentados en torno a bulos como los que les presentaba. ¿Cuántos de los votantes de Anglada habrán creído a pies juntillas que diez mil musulmanes se concentraron en Londres para declarar la guerra a muerte a Europa? Pues probablemente los mismos que se hayan tragado las bodas con niñas de nueve años y que los que creen que con un discurso más racista que el de Le Pen, un laborista ha llegado a primer ministro en Australia, y a todos éstos les podemos sumar todos los que se tragaron todo el pack de leyendas urbanas, ya legendarias, del tipo que el ayuntamiento regala carritos de bebé de primeras marcas a los inmigrantes marroquíes.

Y luego aparecen los que con vehemencia defienden posturas xenófobas –anteponiendo, eso sí, a su discurso un tajante “yo no soy racista”- justificándose en base al comportamiento de un inmigrante determinado que un día hizo tal o cual barbaridad. Por cada uno de ellos, un servidor se compromete a encontrarles seis o siete individuos patrios con la misma barbaridad, si no peor.

Por lo pronto, Vic, y detrás de ellos otros ayuntamientos, se proponen pasar una manita más de decapante, haciéndoles un guiño a los que ya no les queda casi barniz –a ver si le recuperan algún voto a los Anglada de turno- pretendiendo negarles el empadronamiento a algunos inmigrantes, quizás pensando que el que se juega la vida en una patera se va a quedar en su casita si se les pone esa traba, elucubrando ilusamente –o interesadamente, que sería infinitamente peor- que al campo y especialmente al hambre se le pueden poner puertas con el simple hecho de negar el empadronamiento a todo aquel que no tenga todos sus papeles en perfecto estado de revista.

Claro que nada de esto es de extrañar en un país en el que –la frase no es mía, se la tomo prestada a mi amiga Nieves Concostrina- se sabe más de la Esteban que de Felipe II.

Y así nos va…

miércoles, 13 de enero de 2010

God bless you please Mrs. Robinson

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en enero de 2010
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¿Se puede ser a la misma vez una máquina sexual que se cepilla a todo lo que se le pone a tiro y presumir de religiosa devota?

Obviamente se puede, que se lo pregunten si no a Iris Robinson, esposa del Ministro Principal del Ulster; pero para ello es indispensable estar provisto de una doble moral del tamaño de siete plazas de toros y ser hipócrita del copón, amen de suscribir punto por punto -desde la exposición de motivos hasta las disposiciones derogatorias- la Ley del Embudo, y a su misma vez abonarse a la máxima que reza aquello de “Tú haz lo que yo diga, no lo que yo haga”.

Y es que Iris Robinson llevaba una doble vida: mientras que de cara a la galería estaba en todos los saraos evangelistas y se daba golpes de pecho presumiendo de ser una ejemplar cristiana de pro, de enaguas para adentro se cepillaba –que se sepa- a un padre, al hijo de éste luego, a un compañero de filas tan puritano como ella, se supone que también a su marido (aunque imagino que a éste sólo con fines de procreación como sugieren las Sagradas Escrituras) y –sospecho- a unos cuantos más (la cabra tira al monte) y, si damos por cierto que no hay dos sin tres, tampoco debiera haber seis o siete sin cuatro o cinco. No está mal para quien hasta sólo hace unas semanas pasaba por ser una devota y fanática cristiana, que apelaba a menudo a la Biblia a la hora de justificar su extremismo y el puritanismo de su talante.

Quede claro que a un servidor le parece fantástico que cualquier señora (o señor) dé a su cuerpo serrano cuánto gusto quiera y pueda, tanto como sus hechuras y su conciencia aguanten y, por supuesto, jamás se le ocurriría no ya criticar, si no tan sólo juzgar a nadie exclusivamente por su actividad sexual, por extensa y peculiar que ésta sea -obviamente siempre entendiéndola como consentida y entre adultos- pero lo que tiene su miga es que la susodicha, de pantys hacia fuera, haya siempre mantenido un discurso moralista y en extremo puritano, además de reaccionario y trasnochado y –tal y como ha quedado patente- más falso que un billete de ocho euros y, no contenta con ello, haya abusado de su condición de diputada y de su posición política –que es lo realmente grave del asunto- para favorecer a sus amantes (a uno de ellos, hijo de otro de los de su particular lista, le consiguió subvenciones y licencia para abrir un garito en Belfast) pasándose por el forro unos cuantos Mandamientos de la Ley de Dios, cometiendo -amén de alguna que otra irregularidad administrativa- unos cuantos pecados mortales, que para una puritana extremista eso debe ser de un grave que tira de espaldas.

En vez de aplicarse el dicho no digas nunca de esta agua no beberé, ni que este cura no es mi padre, dicha sujeta, en su carrera como política y como primera dama, ha vomitado declaraciones con auténtico veneno hacia los homosexuales, precisamente a causa de la conducta sexual de éstos contraria a la Biblia, llegando incluso a justificar la agresión a un gay alegando que la homosexualidad era una abominación, argumentando su afirmación apelando a ciertos versículos del Levítico. Si hubiese seguido leyendo unas cuantas líneas más abajo, hubiese comprobado con pánico que el mismo Levítico establece para quien tuviese cualquier otro ayuntamiento ilegítimo –y éstos son todos aquéllos habidos fuera del matrimonio, casualmente como los de la señora Iris- que “han de ser muertos y sobre ellos será su sangre”. Además, no incurrió la señora también en pederastria por un pelín, que el amante al que le montó el garito tenía entonces 19 añitos, es decir, cuarenta menos que ella (no sabe na la tipa) claro que ya lo dijo Jesús… enseñar al que no sabe.

También quiso participar doña Iris de la campaña para la presidencia estadounidense y, como no podía ser de otra manera, tomó partido por los republicanos, o, mejor dicho, contra Obama, y se dedicaba a poner de vuelta y media a Hillary Clinton con esta amable cita: "Ninguna mujer puede aceptar lo que ella toleró a su marido cuando era presidente. Sólo estaba pensando en el futuro de su propia carrera política". Y eso que lo del presidente Clinton con aquella estudiante de La Sorbona fue un spot de veinte segundos (quizá cuarenta) si lo comparamos con el peliculón de la señora Robinson.

El marido de Iris, o séase el ministro, que más que cristiano es un santo, sí la ha perdonado, al menos de puertas para fuera, que quizás ha sido el ministro listo como un alce, que diga como un lince y “sólo estaba pensando en el futuro de su propia carrera política" y perdonen ustedes la redundancia.

Y un servidor que creía que eso de ser una beata sesentona tenía que ser la mar de aburrido… Fíate tú de las beatas, que diría mi abuelo.

Y es que dime de lo que presumes…
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