miércoles, 13 de enero de 2010

God bless you please Mrs. Robinson

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en enero de 2010
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¿Se puede ser a la misma vez una máquina sexual que se cepilla a todo lo que se le pone a tiro y presumir de religiosa devota?

Obviamente se puede, que se lo pregunten si no a Iris Robinson, esposa del Ministro Principal del Ulster; pero para ello es indispensable estar provisto de una doble moral del tamaño de siete plazas de toros y ser hipócrita del copón, amen de suscribir punto por punto -desde la exposición de motivos hasta las disposiciones derogatorias- la Ley del Embudo, y a su misma vez abonarse a la máxima que reza aquello de “Tú haz lo que yo diga, no lo que yo haga”.

Y es que Iris Robinson llevaba una doble vida: mientras que de cara a la galería estaba en todos los saraos evangelistas y se daba golpes de pecho presumiendo de ser una ejemplar cristiana de pro, de enaguas para adentro se cepillaba –que se sepa- a un padre, al hijo de éste luego, a un compañero de filas tan puritano como ella, se supone que también a su marido (aunque imagino que a éste sólo con fines de procreación como sugieren las Sagradas Escrituras) y –sospecho- a unos cuantos más (la cabra tira al monte) y, si damos por cierto que no hay dos sin tres, tampoco debiera haber seis o siete sin cuatro o cinco. No está mal para quien hasta sólo hace unas semanas pasaba por ser una devota y fanática cristiana, que apelaba a menudo a la Biblia a la hora de justificar su extremismo y el puritanismo de su talante.

Quede claro que a un servidor le parece fantástico que cualquier señora (o señor) dé a su cuerpo serrano cuánto gusto quiera y pueda, tanto como sus hechuras y su conciencia aguanten y, por supuesto, jamás se le ocurriría no ya criticar, si no tan sólo juzgar a nadie exclusivamente por su actividad sexual, por extensa y peculiar que ésta sea -obviamente siempre entendiéndola como consentida y entre adultos- pero lo que tiene su miga es que la susodicha, de pantys hacia fuera, haya siempre mantenido un discurso moralista y en extremo puritano, además de reaccionario y trasnochado y –tal y como ha quedado patente- más falso que un billete de ocho euros y, no contenta con ello, haya abusado de su condición de diputada y de su posición política –que es lo realmente grave del asunto- para favorecer a sus amantes (a uno de ellos, hijo de otro de los de su particular lista, le consiguió subvenciones y licencia para abrir un garito en Belfast) pasándose por el forro unos cuantos Mandamientos de la Ley de Dios, cometiendo -amén de alguna que otra irregularidad administrativa- unos cuantos pecados mortales, que para una puritana extremista eso debe ser de un grave que tira de espaldas.

En vez de aplicarse el dicho no digas nunca de esta agua no beberé, ni que este cura no es mi padre, dicha sujeta, en su carrera como política y como primera dama, ha vomitado declaraciones con auténtico veneno hacia los homosexuales, precisamente a causa de la conducta sexual de éstos contraria a la Biblia, llegando incluso a justificar la agresión a un gay alegando que la homosexualidad era una abominación, argumentando su afirmación apelando a ciertos versículos del Levítico. Si hubiese seguido leyendo unas cuantas líneas más abajo, hubiese comprobado con pánico que el mismo Levítico establece para quien tuviese cualquier otro ayuntamiento ilegítimo –y éstos son todos aquéllos habidos fuera del matrimonio, casualmente como los de la señora Iris- que “han de ser muertos y sobre ellos será su sangre”. Además, no incurrió la señora también en pederastria por un pelín, que el amante al que le montó el garito tenía entonces 19 añitos, es decir, cuarenta menos que ella (no sabe na la tipa) claro que ya lo dijo Jesús… enseñar al que no sabe.

También quiso participar doña Iris de la campaña para la presidencia estadounidense y, como no podía ser de otra manera, tomó partido por los republicanos, o, mejor dicho, contra Obama, y se dedicaba a poner de vuelta y media a Hillary Clinton con esta amable cita: "Ninguna mujer puede aceptar lo que ella toleró a su marido cuando era presidente. Sólo estaba pensando en el futuro de su propia carrera política". Y eso que lo del presidente Clinton con aquella estudiante de La Sorbona fue un spot de veinte segundos (quizá cuarenta) si lo comparamos con el peliculón de la señora Robinson.

El marido de Iris, o séase el ministro, que más que cristiano es un santo, sí la ha perdonado, al menos de puertas para fuera, que quizás ha sido el ministro listo como un alce, que diga como un lince y “sólo estaba pensando en el futuro de su propia carrera política" y perdonen ustedes la redundancia.

Y un servidor que creía que eso de ser una beata sesentona tenía que ser la mar de aburrido… Fíate tú de las beatas, que diría mi abuelo.

Y es que dime de lo que presumes…
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1 comentario:

teatromariagrande dijo...

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