miércoles, 26 de diciembre de 2007

Pompones castos.

Artículo publicado en "vistazoalaprensa.com" en abril de 2005

Esta semana, en la que la mayoría de mis admirados colegas escribirán sobre el debate-despelleje que han protagonizado nuestros políticos, voy a repetirme cual pertinaz ajo, porque no es la primera vez -y me barrunto que no va a ser la última- que mi artículo semanal trata sobre la ola de puritanismo que está invadiendo a los Estados Unidos de América.

Y es que los congresistas del estado de Texas han aprobado una moción que prohíbe que las animadoras de los partidos de fútbol, baloncesto, base ball, etc... lleven a cabo movimientos “sexualmente sugestivos”. El incumplimiento de esta norma (pendiente de ratificación por el Senado estatal y por el gobernador de Texas) puede incluso ser sancionado con la suspensión del espectáculo deportivo en el que participen las animadoras que sean consideradas descaradas y/o picaronas. Parece ser, según explican los mentores de la iniciativa, que el motivo de la misma reside en que los comportamientos y los movimientos de las cheerleaders de los equipos profesionales son reproducidos por sus homónimas en los institutos de secundaria, cosa que resulta inaceptable al fomentar actitudes poco acordes con la moral y las buenas costumbres que deben imperar en los centros educativos. De la imagen sexista y machista que implica la premisa “los chicos a jugar a fútbol y las chicas a animarlos con sus bailes y sus pompones” no se han quejado todavía.

Y no sé si es que me estaré volviendo existencialista o que las conexiones de las escasas neuronas que me quedan aún libres (la mayoría están entretenidas ocupándose de mundanas minucias como la subida del Euríbor y su repercusión en los recibos de la hipoteca o la declaración de la renta) se me han ido a la huelga para protestar por la poca equidad con la que se les distribuye el trabajo en el turno de reparto, pero el caso es que me hallo sumido en un mar de dudas que, no sólo me sumergen -que para algo son un mar-, sino que me hacen hasta ahogadillas.

Duda 1: ¿Qué se entiende por “sexualmente sugestivo”?

Si entendemos que un baile sexualmente sugestivo es aquél que sugiere sexo no sé yo hasta qué punto las carreras de un lado al otro de la cancha de unas crías agitando pompones mientras gritan “con la ge, con la o, con la ele: ¡GOL!” es una imagen erótica y sugerente. Otra cosa sería que las chavalas saliesen al campo en tanga, con las domingas al aire y restregando el trasero, arriba y abajo, contra una barra vertical de acero inoxidable, aunque parece ser que no es ése el caso.

Duda 2: ¿Quién o quiénes van a ser los encargados de determinar que cierto baile es “sexualmente sugestivo”?

Porque no va a ser lo mismo si a quien se encarga de determinar la carga erótica del espectáculo es el cantante de los Guns & Roses o el portavoz de la Conferencia Episcopal española, claro que también cabe la posibilidad que a éste último le traiga al fresco lo que hagan las animadoras de Texas, que está el hombre muy atareado sugiriendo a Su Majestad el Rey que se declare en rebeldía y deje de cumplir una de las obligaciones que le otorga nuestra Carta Magna como es la de sancionar las leyes promulgadas por nuestros representantes parlamentarios.

Si el censor que ha de autorizar los bailoteos de las niñas de los pompones ha de ser Mr. Al Edwards, parlamentario promotor de la moción, van listas las pobres. Más les vale que salgan a la pista enfundadas en amplios burkas que sólo les dejen los ojos (sin maquillar) a la vista y que oculten cualquier atisbo de curva, que se muevan tiesas como estacas y que vayan con mucho cuidado de que no se les caiga un pompón al suelo, no vaya a resultar que la acción de agacharse para recogerlo sea considerada por Mr. Edwars como un lascivo y provocativo gesto, que en tal caso mal lo iba a pasar la torpe recolectora de pompones, pues sepan ustedes que dicho congresista propuso (gracias a Dios sin éxito) que a los traficantes de drogas se les penara cortándoles los dedos de la mano. En el caso que nos ocupa me imagino que considerará el hombre que lo más acertado ante las cheerleaders especialmente pechugonas sería una masectomía preventiva. Y no quiero ni pensar lo que le habría hecho don Edwards a Emilio Butragueño aquel día en el que, al resbalar de forma accidental durante un partido, se le remangó el pantalón de deporte y se le quedaron los atributos a la vista de espectadores y televidentes.

Y como que no quiero que el resto de dudas, que me quedan aún unas cuantas, les sumerjan o les salpiquen también a ustedes, me las voy a guardar para otra ocasión, que además estoy a punto de tener una nueva crisis de envidia, que -al contrario que en España- muy resuelto tienen que tener en Texas el tema de la educación y de la enseñanza para que sus parlamentarios tengan tiempo para dedicarlo a legislar sobre el modo en el que se han de mover sus animadoras. Además, no quiero añadir el topicazo de que la indecencia puede no estar tanto en las protagonistas de los gestos como en la retorcida mente de quien los contempla, no sea que se me molesten en Texas (estado desde el que George Bush saltó a la presidencia) y manden a los Marines a invadir mi casa, que petróleo no tengo, pero dispongo de algunas cajas de Rioja Gran Reserva que ríanse ustedes de los barriles de Brenz.

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