Artículo publicado en "O Desván" en noviembre de 2007
No sabe un servidor cómo se les ha quedado a mis queridos reincidentes el cuerpo después de haber visto el vídeo. Si les digo la verdad, a quien les escribe, tan sólo con recordarlo le hierve
Decía esta mañana un eminente psiquiatra en televisión que el niñato pelón no es más que un desgraciado. No le falta razón: Un desgraciado y un cabronazo, añadiría yo, porque se ha de ser muy cabronazo para, sin mediar palabra, emprenderla a golpes con una criatura que viaja tranquilamente en el tren mientras, orgulloso, le retransmite por teléfono a su colega –seguramente otro pelón borderline como él mismo- los detalles de su valiente hazaña.
El niñato se llama Sergi y se le ve en la tele, muy vacilón, tomando cañitas con los colegas en la tasca del pueblo y mostrando su dedo corazón erecto a las cámaras de televisión, o haciéndole el gesto de “¿A que te meto?” a un reportero que le sale al paso. Está dispuesto a explotar sus quince minutos de gloria y está pidiendo dos mil euros por conceder una nueva entrevista. Si algún medio informativo se los da, habría para escupirle dos mil veces en la cara al periodista, que solo faltaría que el bárbaro ése se montara en el dólar a causa de su agresión. Aunque lo peor del caso es que seguro que ya hay por ahí algún directivo de alguna cadena de televisión que piense que fichar como tertuliano a ese animal sería un boom de audiencia. Como a alguna cadena se le ocurra, la borro ad eternum de la memoria de canales de
Y lo malo es que lo de este Sergi no es un caso aislado, en nuestras ciudades existen otros impresentables como él. Con su pelo rapado al uno y sus cazadoras ajustadas, se reúnen ocupando algunos de nuestros parques y plazas obsequiando a la concurrencia su machacona música máquina a todo trapo merced a los mega altavoces de sus coches tuneados, liándose sus porritos –muchas veces delante de los niños-, atiborrándose de litronas y presumiendo de discurso xenófobo. Y no son pocas las veces que han actuado como el cenutrio pelón del vídeo. Actitudes y agresiones racistas como ésa ocurren con más frecuencia de la que nos imaginamos; es más, ya han aparecido otras menores que al ver el vídeo han reconocido al pelón de marras como autor de otras agresiones similares. Ese vídeo no es más que la confirmación de lo que habitualmente no vemos pero que ocurre en nuestras calles. En España se registran cuatro mil agresiones xenófobas cada año, sólo que de esos ataques racistas no solemos tener imágenes.
Y uno que pensaba que, al menos, la difusión del vídeo y la consiguiente alarma social que éste ha provocado, serviría para que ese pelón de encefalograma plano no se fuera de rositas, se queda más que sorprendido cuando el juez que instruye el caso ha decretado la puesta en libertad provisional sin fianza del agresor, no otorgándole más obligaciones -en tanto no se celebre el juicio- que la de presentarse dos veces al día ante la policía de su pueblo, la prohibición de acercarse a la víctima y la de utilizar la línea de tren donde atacó a la menor, y, fíjense ustedes por dónde, va a resultar que el vídeo sólo va a servir para que el pelón, como premio, se pueda sacar unos eurillos concediendo entrevistas y pueda invitar a cervecitas a sus amigos pelones los que –dicho sea de paso- han estado ofreciendo frente a los juzgados declaraciones sobre su amigo detenido al módico precio de cincuenta euros. Menuda fiestuqui se van a montar todos con tanto euro. Mientras, la pobre víctima se mantendrá encerrada en su domicilio porque desde que sufrió la agresión siente miedo a salir de casa. “Pa flipar, nen “, que diría el pelón.
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