miércoles, 26 de diciembre de 2007

Políticos en campaña.

Artículo publicado en Vistazo a la prensa en mayo de 2004

Ahora que se avecina la campaña electoral previa a la lucha que nuestros representantes van a iniciar, emulando a aquellos aguerridos samuráis, en defensa de intereses patrios en el Parlamento Europeo, y antes que empecemos a escuchar las quejas de los sufridos votantes que tenemos que aguantar las plúmbeas acometidas de los candidatos en sus intentos –vanos a veces- de vendernos sus respectivos programas, y que reneguemos de los férreos marcajes a los que nos someten con sus promesas de enamorado pretendiente, quisiera pedir ,desde esta humilde tribuna, un breve ejercicio de empatía colocándonos por un solo instante en el pellejo de nuestros políticos.

Imagínense ustedes al pobre candidato en el Mercado de Abastos de Écija, a las doce del mediodía y a cuarenta y dos grados a la sombra, besuqueando a esa frutera de ciento doce quilos, enemiga del Rexona, que lo abraza y lo estruja diciendo que desde Julio Anguita no ha habido en la faz de la tierra otro político más atractivo y más saleroso que nuestro hombre. Ese pre-diputado hace de tripas corazón y sonríe abiertamente cual anuncio de profident, mientras los efluvios axilares le golpean hasta lo más hondo del bulbo raquídeo.

-Bese usted a mi niño, Zacarías.

Y tenemos al candidato Zacarías, que ve como un crío lleno de mocos le babea y le restriega por su cara multitud de fluidos ricos en ADN y, en un alarde de destreza futbolera, le propina un puntapié en la ingle para que lo suelte de una vez, lo deje en el suelo y seguir así su laboriosa tarea de descuartizar a una pobre lagartija.

No me digan ustedes que no ha de ser esfuerzo digno de admiración, el hecho de que, mientras lo que le pide el cuerpo a Zacarías es implorar la súbita resurrección de Herodes, diga plácidamente: “Hay que ver Doña Rosa, qué hijito tan guapo que tiene usted, y -pese a la LOCSE- qué bien educado”

Y no menos mérito tiene Don Cosme, el del cortijo Los Olivos, ex señorito reconvertido en político democrático, cuando se rodea de jornaleros, tan sucios ellos y sin un mal Rólex que llevarse a la muñeca, y transige -sin complejos aparentes- en compartir con ellos su pan con mortadela y su Don Simón, cuando a nadie se le escapa que a esas horas lo que toma todo el mundo civilizado es té con pastas. Y ha de ser la mar de difícil engullir semejante bazofia con la misma expresión y avidez con la que daba cuenta de los langostinos del desayuno. ¿Es que estos pobres no conocen el Jabugo? “Tome nota, Anastasio, si yo gano las elecciones, todos los jornaleros traerán Jabugo en sus fiambreras, que no saben lo que se pierden” ¿Es o no es de admirar tamaña entrega a la causa?

Y lo de estrechar manos. ¿Cómo sabe el político qué es lo que acaba de hacer con ellas ese señor con cara de pervertido que le choca los cinco con sospechosa avidez? Por no hablar de esa mano fría, floja, sudorosa y pegajosa del tipo alto que lleva en el bolsillo de su americana la inscripción de “Funeraria Buen Final”. O muchísimo peor, cuando el Director de Campaña le espeta lo de “Venga, venga usted a saludar a Periáñez, el mejor mamporrero del cortijo de Los Olivos…” Yo, en su lugar, no saldría de campaña sin un buen par de guantes de látex hipoalérgico con recubrimiento fungicida. Ellos, sin embargo, a pelo. Como Dios manda. ¿Tienen ustedes la sensación de que alguien les reconozca esos méritos? ¿No es eso ser ingrato?

Y nosotros, venga a despotricar con lo de que si no cumplen sus promesas, con lo de que si finalizada la campaña no se les vuelve a ver el pelo… Pues claro que no se les ve. Ya me gustaría a mí ver a más de uno, besuqueando a diario a la enemiga del Rexona y al mocoso de las pataditas. ¡Seamos serios, leñe! Que se ven muy bien los toros desde la barrera.

Lo dicho: Qué quejicas somos los españoles. Y qué desagradecidos.

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