miércoles, 26 de diciembre de 2007

Habemus Papam.

Artículo publicado en "vistazoalaprensa.com" en abril de 2005

Se encontraba este que les escribe inmiscuido en sus papeles y en sus notas cuando el teléfono sonó, y al otro lado de la línea (que no del teléfono como suele decirse, pues al otro lado del teléfono –pueden comprobarlo si quieren dándole la vuelta al aparato- suele estar la mesa donde se apoya) una voz conocida le espetó a bocajarro:

- ¡Habemus Papam!

-¿Quién? -Preguntó un servidor.

- El hermano Juan de Dios, socio. Eres un artista en esto de las predicciones. Dime seis números para la primitiva, anda.

- Nueve, catorce, veintidós…

Y es que unos días atrás, tomando un café con un amigo de la infancia, ambos coincidíamos en lo mucho que nos recordaba Ratziger al hermano Juan de Dios.

Estableciendo paralelismos entre La Santa Sede y aquel colegio de salesianos de hace más de treinta años, el hermano Juan de Dios era, igual que Ratziger, el heredero de Torquemada en aquellos lares. Si Ratziger estaba al frente de la “Congregación para la doctrina de la fe” (sucesora de la Santa Inquisición) el hermano Juan de Dios era el “hermano coordinador”, que para el caso era lo mismo.

Paseaba el hombre su aire marcial por los pasillos, cual oficial en visita cuartelera, en pos de actitudes que corregir. Se decía de él (como se afirmaba de la mayoría de hermanos a los que se les iba fácilmente la mano) que había sido expulsado de la policía por violento. En aquellos años de dictadura, imagínense cuan violento tenía que ser un policía para que lo expulsasen. Aunque era una fantasiosa leyenda, más falsa que una moneda de tres euros, él jamás quiso desmentirla pues le ayudaba a preservar ese aura de hombre duro que se había forjado a conciencia, que no en vano repartía bofetadas a diestro y siniestro a cualquiera que osara atentar contra el buen orden de aquella santa institución, bien saliéndose un palmo de la fila con la que se nos hacía formar en el patio, bien corriendo por los pasillos cuando se nos permitía ir solos desde la clase hasta la capilla para el preceptivo rezo.

Y no es que uno tenga constancia de que el nuevo Papa ande soltando pescozones y collejas a todo el que se cruce con él en la Santa Sede, sencillamente el azar -que imagino que no tendrán parentesco alguno- propició que ambos compartiesen una asombrosa similitud en cuanto a sus rasgos faciales. Esperemos para el bien de la Iglesia que el parecido se mantenga en el estricto plano de la estética y de la imagen , pues el tal Juan de Dios desapareció de la noche a la mañana de aquel centro después de haber sido sorprendido trajinándose a una profesora (o ella trajinándoselo a él, según se mire) sobre una mesa del laboratorio de Ciencias Naturales, bajo la atenta mirada del esqueleto de plástico y de una clase de alumnos de primaria cuyo profesor planeó de improviso una visita no programada a aquella aula.

Dando un vistazo a la competencia, especialmente a la extranjera, pueden leerse en diversos rotativos titulares del tipo “Ratziger, el Rotweiller de Dios” o “Ratziger, de las Juventudes Hitlerianas al papado” que, la verdad, no resultan demasiado prometedores para los que albergaban la esperanza -no ya de que la Iglesia se acomodase a sus vicios, como escribe en otro de sus magistrales artículos mi admirado Ismael Medina - sino que ésta , al menos, dejara de mantenerse de espaldas a realidades que, gusten o no, existen.

Y es que a uno le parece estupendo que el Vaticano considere que, por poner un ejemplo, las uniones homosexuales son -a sus ojos- contra natura y que se empeñen en no darles su visto bueno y, con más razón aún, les nieguen el sacramento del matrimonio; que tienen todo el derecho del mundo a exigir a sus fieles que se rijan por los principios éticos, o incluso dogmáticos, que la Iglesia defiende y representa; pero no hay que escarbar muy hondo para hallar decisiones o acciones que denotan un distanciamiento progresivo entre los altos estamentos eclesiásticos y la sociedad, y que conducen –cuando no empujan- a acelerar y generalizar el proceso de secularización que se viene produciendo desde el último tercio del siglo pasado.

Pero uno, que como ya saben mis queridos reincidentes es un optimista irredento, cree que Benedicto XVI va a ser un buen Papa que va a sorprender a propios y extraños. Los humanos aprendemos de nuestras propias meteduras de pata y debemos confiar en que el nuevo Sumo Pontífice, que la ha metido unas pocas de veces a lo largo de su vida, habrá tomado buena nota de ello.

Aunque si un servidor fuese pesimista iría pensando en montar un comercio dedicado a la venta de velos para las señoras. Hay quien augura que van a ponerse muy de moda. Especialmente los domingos y fiestas de guardar en todas las iglesias y catedrales católicas.

PD: De la primitiva de mi amigo, como era de esperar, nada de nada.

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