miércoles, 26 de diciembre de 2007

Metralletas en el supermercado.

Artículo publicado por Vistazo a la Prensa en septiembre de 2004.

Les daba yo la murga la semana pasada con la ola de puritanismo que llevaba ya meses acometiendo a los Estados Unidos y los efectos miméticos que aparecían poco después en este país. Desde que uno tiene memoria recuerda cómo las modas y costumbres norteamericanas acaban por aparecer irremediablemente, aunque con cierto retraso, en nuestra tierra.

Qué alegría cuando por fin pudimos beber Coca Cola en lata después de llevar años viendo en el cine cómo los americanos disfrutaban de tan moderno envase, mientras que nosotros nos seguíamos empecinando en capturar el néctar americano en una ramplona botella de vidrio.

Y lo que yo me pregunto ahora es lo siguiente: ¿Podrá la presión de la moda americana, y su consiguiente rebote en estas latitudes, hacer que nuestros gobernantes modifiquen el actual Reglamento de Armas, para que podamos así encontrar en “Carrefour” o “Caprabo” las armas de guerra que el presidente Bush ha autorizado se vendan en los supermercados estadounidenses?

Y es que los americanos hacen las cosas a lo grande y velan por la calidad de vida de sus conciudadanos. ¿Quién no ha tenido alguna vez la necesidad imperiosa de comprar un fusil de asalto AK 47 Kalashnikov a las tres de la tarde? ¿Cuántos fracasos inmerecidos por no disponer a mano de un lanzagranadas de calidad? ¡Qué suerte tienen los yanquis de estar gobernados por un presidente tan consciente y preocupado de sus necesidades!

Porque desde luego que el día que podamos comprar fusiles ametralladores en Mercadona, nuestro vecino adolescente dejará de escuchar a todo volumen “Iron Maiden” a las dos de la mañana. ¿O acaso osaría usted molestar de madrugada a un vecino, del que sabe que se levanta a las cinco para irse al tajo, y del que nos han contado que se acaba de comprar en el súper del barrio una metralleta y doce cajas de cartuchos perforantes y explosivos? Se llama a la puerta del chaval, se le muestra nuestra flamante compra y se le dice “Esta madrugada, a eso de las dos, cuando tú sueles poner esa musiquita, a ver quién de los dos hace más ruido, ¿vale?”.

Y lo que disfrutarían nuestros niños… Recordarán los que pertenezcan a mi quinta, o a las colindantes, aquellas mañanas de domingo, en las zonas rurales próximas a nuestras ciudades, en las que con aquellas escopetas de balines hacíamos puntería sobre latas, botellas y cualquier animalillo intrépido y desgraciado que osase acercarse al alcance de nuestras carabinas de aire comprimido. Imagínense ustedes lo que hubiésemos disfrutado disparando ráfagas de mortíferos proyectiles, de haber sido equipados con fusiles de asalto M-16, en lugar de tristes balines de escopeta de feria. Y luego nos extraña que los jóvenes americanos les ganen a los nuestros en las olimpiadas.

Lo que no sé yo es dónde van a colocar las armas de guerra en los supermercados. ¿Las colocarán junto a los artículos de primera necesidad para que puedan ser contempladas por la totalidad de clientes aunque sólo hayan ido por una botella de Puleva? ¿Las pondrán en la sección de bricolaje? Sí, creo que sería lo más acertado. Entre las herramientas de albañilería y las de jardinería. No me digan ustedes que no quedaría divinamente una ametralladora MG entre el más innovador cortador de setos de Black & Decker y una estilizada escarpa del 15.

Lo que sí que quizás se debiera hacer es advertir al usuario del riesgo que contraen, de la misma forma que se hace con las cajetillas de tabaco, con leyendas del tipo “El uso de armas de fuego puede perjudicar la salud del que se ponga delante del cañón cuando se abra fuego”. Tampoco estaría de más ponerles la indicación de “No utilizar en vías públicas sin la supervisión de un adulto” o la de “Léase bien las instrucciones antes de disparar contra nadie” o , en los modelos destinados al uso entre las limpiadoras esquizofrénicas paranoides con manía persecutoria hacia sus jefas: “El frotar se va a acabar”.

De todas maneras está por ver que puedan llegar las armas a nuestros supermercados, que seguro que empezarán a salir los alarmistas de siempre con la cantinela de que si dando facilidades para adquirir ese tipo de armamento, corremos el riesgo de que, al igual que suele pasar regularmente en el país de Bush & CIA, salga un chalado y ametralle una cola del INEM porque hace seis meses que no encuentra trabajo, o que otro chiflado irrumpa en su oficina y descargue siete cargadores sobre los compañeros que ayer bromearan sobre el escote y la minifalda de su esposa. Y hablando de escotes y de minifaldas… ¿Alguien sabe si el párroco del que les hablaba la semana pasada ya ha iniciado la campaña del burka? Porque si así fuera, tengo una genial idea que espero que me compren los responsables de marketing de las grandes superficies comerciales. A ver qué les parece: “Por la compra de un fusil de asalto “Made in USA”, llévese de regalo, para su señora, este estupendo burka “Made in Afganistán”.

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