jueves, 24 de julio de 2008

Gente para todo

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en julio de 2oo8

Confieso a mis queridos reincidentes que desde que adquirí el firme propósito de mantenerme en la más absoluta de las ataraxias, no pocas veces he enviado a la papelera del ordenador –que, dicho sea de paso, debiera llamarse archivera, pues allí no se envían papeles sino archivos- un artículo de aquéllos en los que uno, se va calentando y calentando hasta el punto de agarrar tal cabreo, que el corrector ortográfico de este procesador -al que mis reincidentes conocerán del artículo de la semana anterior- llena esta pantalla de líneas rojas, subrayando vocablos tan necesarios y socorridos en momentos de sulfuro, como agilipollao, tontolculo o hijoputa, momento en el que uno, inspira hondo, se impregna del espíritu de los epicúreos y los estoicos y manda a tomar por el saco el artículo, pasando a dedicarse, como ha sido el caso de hoy, a la mucho más ataráxica tarea de comentarles esas noticias curiosas que a uno le llaman la atención y le arrancan una sonrisa al leerlas en la competencia, y que sirven para constatar la extravagancia del ser humano, a la vez de poner de manifiesto el evidente hecho de que hay gente para todo. Vean si no.

La primera nos llega de los Estados Unidos, donde un tal Robert Farnan, en Milwaukee, había elaborado una sofisticada técnica para gorronear. El hombre, lejos de recurrir al genuino y noble arte del sablazo, fingía infartos para esquivar la cuenta. Hasta dos infartos “sufrió” el tío jeta éste el día que lo detuvieron: el primero al acabar la carrera en el taxi, y justo tras ver la cantidad que marcaba el taxímetro. “Oiga, que tampoco es tan caro –le susurraba el taxista- ¡¡¡No se me ponga usted azuuuul!!!!”. Y así sacaba el tío hasta espuma por la boca –merced a un sobre de sal de frutas- y acababa en una ambulancia que lo llevaba a urgencias donde el Lazarillo de Milwaukee se reponía milagrosamente, habiendo dejado al taxista sin ver un centavo -y con cargos de conciencia- para luego encaminarse a un restaurante de lujo cercano donde, después de meterse entre pecho y espalda una ensalada del chief, un puré, un especial de carne de vacuno, una mousse de frutillas y un brownie, repetía numerito y salía por la puerta en una camilla y sin pasar por caja. Se le acabó el chollo en el hospital, donde un cardiólogo pluriempleado lo reconoció por haberlo visitado ese mismo día en otro centro después del show del taxi, levantando la liebre y apareciendo otros doctores que ya tenían clisado a “Robertito el Infartos” al que ya habían advertido que a la próxima llamarían a la poli. Tirando de la madeja descubrieron que el hombre llevaba años poniéndose hasta las trancas en los mejores restaurantes del estado. El fiscal le pide dos años y nueve meses de prisión. Si lo encierran, mejor que se cuide el hombre, porque como le dé un infarto de veras en una celda, no le van a hacer ni puñetero caso y le dirán los guardias lo de “Venga tío… que ya no cuela”.

La segunda aparece en 20 Minutos, donde dan a conocer un sitio web dedicado a registrar nombres de pene y expedir el correspondiente certificado. Aunque no se lo crean, los propietarios de esa web se están haciendo de oro. Por lo visto, el 60 % de los varones tiene bautizado a su pene, con nombres como “hermanito calvo”, “ Mary’s Mr. Big” (dime de lo que presumes…) y en esa página de Internet (nameyourwang.com) uno va y se registra y, a cambio de 14’50 dólares, le será remitido un certificado que pondrá de manifiesto que su pene tiene tal nombre, que usted –o quien usted designe- es el legítimo propietario, y, por tanto, titular registral, y para que conste, se expide el presente certificado oficial (firma ilegible) a las tantas horas del día tal. Garantizan que el nombre de su pene es único e irrepetible, para lo que dotan a la página de un buscador en el que se indica la disponibilidad del nombre elegido. Si se dan prisa -todavía hay pocos registros en castellano según he podido comprobar- aún pueden registrarse como Cantimpalo, Tizona, Giralda, Torre Agbar (o Pichulín, según los casos) y demás sustantivos y/o topónimos propios de nuestra cultura y/o geografía.

Y la tercera es ya de apaga y vámonos. En el mundo hay zumbados, gilipuertas y especímenes inclasificables como el ciudadano serbio Zoran Nicolovic, de 35 años. Vean el titular, también de 20 Minutos: “Se destroza el pene tras tener sexo con un erizo para curarse de la eyaculación precoz”. Resulta que este naturalista balcánico tenía aversión a los médicos y decidió tratarse su mal visitando a un curandero. Esa eminencia de curandero recomendó al susodicho echar una canita al aire con un erizo como medida infalible para solucionar sus problemas de hipervelocidad sexual. Y el tal Zoran, ni corto ni perezoso, se agarró un erizo e intentó cohabitar con la pobre bestia, que, como ustedes se pueden imaginar, no se estuvo lo suficientemente quieto como para llevar a buen término una relación placentera y satisfactoria, causándole a su pretendiente destrozos tales en el pene que, probablemente, sí cure de la eyaculación precoz, porque dudan mucho los médicos que lo han atendido que con su “órgano totalmente destrozado” pueda, en el futuro, hacer otra cosa que no sea pis... y en plan fuente de veinte caños. Anda que si encima se había gastado el pobre 14.50 dólares en ponerle un nombre chachi… Y no acaban ahí las magnas muestras de inteligencia del serbio de marras, porque en declaraciones a un rotativo, manifestaba que lo que peor llevaba era qué iba a pensar su novia de él. Claro que eso lo contaba antes de caer en la cuenta de que, con esa entrevista, además de la novia se enteraría todo su barrio, los compañeros del trabajo –menudo cachondeo-, el vecino de arriba, la panadera… El curandero no ha dicho ni mu y la buena noticia es que el erizo se encuentra perfectamente.

Cómo está el mundo, Facundo. ¿Hay o no hay gente para todo?

1 comentario:

Roberto dijo...

jajajaja, que bueno. Desde Perez
Reverte no me reia tanto leyendo un articulo.

Felicidades