miércoles, 16 de abril de 2008

Capitán, mande firmes.

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en abril de 2008

He de confesarles de antemano a mis queridos reincidentes que a un servidor le cae bien la nueva Ministra de Defensa, aunque, para ser sinceros, debo reconocer también que su designación me sorprendió casi tanto como la victoria de Berlusconi. Y pensar que Italia, otrora sinónimo de arte y cultura, sea de nuevo gobernada por el papá de las Mama Chicho… Si Da Vinci levantara la cabeza…, o, mejor no, que no la levante, que el Berlusconi sería capaz de encargarle una Gioconda, con generoso escote y wonderbrá, y que en vez de esa enigmática sonrisa luciese una ordinaria carcajada a lo Belén Esteban. En fin, a lo que íbamos.

Daría para unos cuantos artículos el tema de la paridad, y de cómo ésta termina por convertirse en absoluta obligación, de manera que a la hora de designar los ministros que han de componer un Gobierno -como si no hubiera ya suficiente lío con el hecho de tener que buscar el equilibrio entre las distintas federaciones territoriales y seleccionar a la persona idónea para cada responsabilidad concreta- tener que atender, además, a la imposición de que exista paridad a rajatabla, procurando que, si una de las dos balanzas de la paridad ha de pesar más que la otra, que sea la de las mujeres. Éramos pocos y parió abuela. Porque uno se compadece del Presidente cuando se lo imagina desentrañando logaritmos neperianos que cuadren cuotas -no sea que se cabreen los del norte porque los del sur tienen más presencia y/o viceversa-, y, cuando por fin cree el hombre tener medio embastado el nuevo Ejecutivo, comprobar que le sobran machos y le faltan hembras. Vuelta a empezar. Así se imagina uno a ZP agarrando el móvil y soltándole a la Vice lo de “Maite, tráete a una amiga que me hace falta otra mujer”, a Sonsoles -que pasaba por allí con el barreño de la colada- mirándolo con cara de catador de vinagres, y a José Luis soltando un recurrente “cariño, que no es lo que parece”.

De todas maneras no es éste el caso de la ministra Chacón, que el “subidón” de ZP en las urnas catalanas –por mucho que haya quien atribuya ese mérito exclusivamente al PP- quizás tuviera que ver con el evidente tirón de la candidata, pero, sea como fuere, choca ver a Chacón al mando de Defensa. Así, al leer el otro día la noticia, la neurona de un servidor se afanó en buscar razonamientos que le ayudaran a formarse una opinión sobre la designación.

Uno, el breikindance. Perdón, maldita tele. Quise decir que sorprende, en primer lugar, el hecho de ver a una mujer -embarazada para más INRI- al frente de los Ejércitos cuando el porcentaje de mujeres en los cuadros militares de mando es puramente testimonial.

Uno-bis (razonamiento en la misma dirección pero en sentido opuesto). De la misma manera que ya no nos sorprende ver a una mujer al frente de cualquier ministerio o a una mujer soldado, ¿por qué nos ha de sorprender una Ministra de Defensa? Si una mujer puede ser presidenta de un gobierno, como lo fue Thatcher – y con un par-, o lo es Merkel, ¿por qué no va a poder asumir una fémina la cartera de Defensa?

Dos. Uno espera encontrarse al frente de los ministerios a un profesional altamente cualificado en la materia. Así parece lógico colocar a un jurista en Justicia, a un médico en Sanidad y… a un prestidigitador en Hacienda.

Dos-bis (razonamiento en la misma dirección pero en sentido opuesto). Elegimos a los políticos para que dirijan los recursos de la Administración. Un ministro no ha de ejercer de profesional -éstos ya se encuentran en el Ministerio- sino gestionar su funcionamiento. La nueva ministra, profesora universitaria de Derecho Constitucional, dirigirá a quienes tienen por encargo, entre otros cometidos –artículo 8 de nuestra Constitución-, defender el ordenamiento constitucional.

Y pese a que a un servidor le siga chocando ver a la Ministra, con su tripita, diciendo lo de “Capitán, mande firmes”, esta imagen no es más que la constatación de la normalidad con la que debiera aceptarse una situación que no hace más que atestiguar, nuevamente, que no es el sexo de la persona lo que determina su competencia y sus aptitudes.

Y no debiera sorprendernos, que a muchos, al llegar a casa, nos ponen firmes, sin necesidad de voces de mando, si al salir olvidamos sacar la basura o poner la lavadora. Que sólo nos falta cuadrarnos y, barbilla en alto, responder con un ¡Señor, sí, señor! Y sin necesidad de que sean ministras de Defensa.


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