jueves, 14 de febrero de 2008

El contrato, o los elogios de la ultraderecha europea al PP

Artículo pulbicado en vistazoalaprensa.com en febrero de 2008

Quizás mis queridos reincidentes no estén al tanto de los elogios que el PP ha recibido de parte de ciertos líderes de los sectores más ultras de la derecha europea porque, la verdad, la noticia no ha causado el revuelo que un servidor esperaba. Supongo que interesadamente, los voceros de los populares –incluido ese que es tan bajito que la cabeza le huele a pies- no han proclamado a bombo y platillo, como suelen hacer, los halagos que Filip Dewinter, líder de la ultraderecha Belga, ha dedicado al Partido Popular.

El tal Filip manifestaba estos días que “El PP es un modelo para los partidos de derechas de Europa”. Que esto lo diga un tipo que comparte escenario con Le Pen en los saraos xenófobos que montan por Europa tiene su miga. Y que la noticia haya pasado prácticamente desapercibida tiene, lo menos, miga y media. Si esta afirmación la hubiese hecho Sarkosy, desde el PP ya hubiesen plantado el eslogan hasta en camisetas, por supuesto de color naranja.

Sorprende menos el hecho que desde el propio PP no hayan querido desmarcarse de las alabanzas de ese soplagaitas, recordándole que el Partido Popular es un partido democrático y no una sucursal del Ku Klux Klan. Es de suponer que, en parte por “no meneallo”, y en parte porque saben que ciertos sectores ultras depositan su voto en el PP como mal menor y en espera a que vuelvan banderas victoriosas.

Si se preguntan qué habrá visto el soplapitos belga en el PP para dedicarle tan amables palabras, la respuesta no es otra que el contrato. Ese contrato que Rajoy dice va a hacer firmar a los inmigrantes para que se comprometan a respetar nuestras costumbres como requisito a que les autoricemos a venir trabajar. De momento, para que vengan de vacaciones no pone condiciones, pero todo se andará.

Si Rajoy y Cañete no hubiesen abierto más la boca, el susodicho contrato tendría –además de mucha demagogia- cierto tufillo xenófobo, porque eso de respetar las costumbres es tan amplio que se les podría obligar a echar la siesta, o a untar tomate en el pan si vienen a Cataluña, o a tirar cabras desde los campanarios, o a bailar jotas, o a ponerse moraos de paella y de sangría; pero con voluntad de arreglarlo, han largado tal sarta de despropósitos que no es de extrañar que el soplabotijos belga les aplauda.

Irrumpe en escena Marianico para esclarecer sus intenciones contractuales para con los inmigrantes, alegando que ese contrato es para evitar las ablaciones y la poligamia. Ese día fue el que Rajoy dio fiesta por “asuntos propios” a sus neuronas, porque como Ministro de Interior que fue, bien sabe que es el propio Código Penal el que prohíbe tanto las ablaciones como la poligamia, y que al salvaje que se le ocurre cometer la barbaridad de mutilar genitalmente a una criatura, si no lo frena el Código Penal y las penas privativas de libertad que éste establece, poco le va a frenar un contrato.

Por si fuera poco, aparece Arias Cañete acusando a los inmigrantes de ser los causantes de las listas de espera en la sanidad, proclamando que “En Ecuador, para hacerse una mamografía hay que pagar el sueldo de nueve meses. Aquí vienen a urgencias y tardan un cuarto de hora". Que me diga el señor Arias Cañete dónde te dan hora a los quince minutos para una mamografía, porque un servidor, aunque no tenga mamas, se presenta allí a que se la hagan, sólo por hacer rabiar a la parienta que tuvo que guardar lista de espera de varias semanas –pese a pagarse una mutua privada- para una mamografía como la de Cañete.

No se queja Cañete de los millares de jubilados ingleses que se mudan a la Costa del Sol y que, como empadronados en la zona, tienen derecho a la sanidad pública española, ni a los alemanes que hacen lo propio en las Baleares. Si se queja de unos y no de los otros eso es, le guste o no, racismo. Quizás mandara Cañete ese día sus neuronas a acompañar a las de Rajoy porque si no deduciría que todos esos inmigrantes, que según él colapsan nuestro sistema sanitario, pagan religiosamente la Seguridad Social como todo hijo de vecino, que los inmigrantes irregulares se guardan muy mucho de poner un pie en urgencias, no sea que los pille la poli y los facturen a su casa.

Y no contento con esto, se supone que todavía en ausencia de sus neuronas, evoca Cañete una nostálgica oda al camarero patrio: “Es difícil encontrar un camarero como los de antes, que les pedías una larga comanda y eran capaces de memorizarla". Claro, resulta que lo que determina la competencia de un camarero es su nacionalidad. Eso no es racismo, no se crean, que como decía Darwin a eso se le llama selección natural, y como España está repletita de bares, hemos desarrollado una habilidad especial para recordar largas listas del tipo “ Marchando una de chopitos, tres de bravas, pincho moruno, una de chocos, una Cruzcampo, una Fanta naranja, un bíter y dos Pepsis”.

Con este tipo de afirmaciones no es de extrañar que el soplamuelles ése del Filip elogie al PP, que se encuentra el hombre, en medio de tanta declaración xenófoba, en su salsa.

Y tiene las santas narices Rajoy de afirmar que los inmigrantes que cumplan a pies juntillas ese contrato tendrán los mismos derechos que los españoles. ¡Y una míerda esdrújula! A los inmigrantes, por legales que sean, no se les permite votar en las elecciones generales.

Si se les permitiese, a buenas horas se habría sacado de la manga don Mariano su dichoso contratito.

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