jueves, 14 de mayo de 2009

Cadenas

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en mayo de 2009
Síntoma inequívoco de senectud es –amén de la alopecia común- el aumento de las manías y la reiteración en el discurso, insistiendo en los mismos temas de manera casi obsesiva y recurriendo, una y otra vez, a las mismas batallitas.

Un servidor, a sus cuarenta y pico, observa cómo su cráneo se empecina en despoblarse en un claro empeño de lucirse descapotado, cada vez le fastidian más ciertas actitudes ajenas e, irremediablemente, insiste e insiste en temas ya tratados anteriormente; de lo que no tiene más remedio que deducir que, pese a su afición creciente al buen Rock and Roll, pese a su gusto por vestir siempre que puede vaqueros y zapatillas deportivas y pese a su empeño y su verdadera sensación de sentirse más joven de espíritu que a los veinte, inevitablemente uno sucumbe a manías de abuelo y ya mismo se ve atraído por las obras públicas, por las garrotas y por el cansino discurso de “yo, a vuestra edad…”.

Y es que quien les escribe -disculpen mis queridos reincidentes porque probablemente esto sea otra manía pre senectud- ya no resiste más las puñeteras cadenas de correos electrónicos y, pese haber tratado el tema varias veces en este mismo periódico, ni puede ni quiere contenerse en su cabreo por el incesante –e incluso agobiante- chorreo -así se emplea esta palabra, señor Boluda- de correos electrónicos alarmantes, que previenen al receptor de virus informáticos dañinos, que ríete tu de la gripe de moda; de presuntas alertas de la policía advirtiendo que si vemos un móvil tirado por el suelo corramos a las trincheras, pues sin duda se trata de una bomba atómica camuflada; de alarmantes noticias que nos previenen de un loco que coloca jeringuillas infectadas con el VIH en las butacas de los cines; o que nos advierten de que la cocacola la envasan negritos con las manos sucias utilizando para ello los mismos cubos con los que restañan el aceite que pierden los cárteres de los autobuses de la estación terminal de Bamako; o los que nos animan a enviar un correo a Mercadona a cambio del cual nos devolverán un cheque de compra de cien euros; o los que nos invitan a enviar un mail a Nokia a cambio del cual recibiremos en nuestro domicilio el nuevo N-900 con navegador GPS, Bluetooth, cámara de 12 gigapíxeles y desfibrilador de emergencia ACME ® incorporado.

Este columnista ya no sabe cómo explicar que nada de eso es cierto, que ni el niño ése con una enfermedad rarísima existe –de existir sería ya un casi cuarentón alopécico como quien les escribe, que lleva ya el correo más quince años dando vueltas- que no es verdad que Hotmail vaya a cobrar por el servicio a menos que enviemos un correo a todos nuestros contactos, como tampoco lo es que ese hospital de Canarias se dedique a distribuir una lista de medicamentos perniciosos que aquí nos colocan nuestros médicos de cabecera -sabe Dios con qué oscuros intereses- mientras que en el resto del mundo mundial su venta está tan prohibida como la del LSD.

Ya hace meses que quien les escribe ha dejado de responder los correos de sus amigos en los que éstos caen en la trampa y difunden éste o aquel HOAX (bulo en lenguaje internauta), remitiéndoles a la página donde se explica que el bulo en cuestión es más falso que un billete de siete euros, y cesó en tal empeño habida cuenta del tiempo que tenía que invertir en dicha tarea, que raro es el día en que uno u otro de sus múltiples contactos no le reenvía –con toda la buena voluntad, por supuesto- un correo en el que le informa que en caso de sufrir un infarto de miocardio, lo que debe de hacer es toser con fuerza y asunto resuelto –mejor llamen si pueden, háganme el favor, a una ambulancia, u otro previniéndole de que si recibe un correo de pepitaperez@hotmail.com ni se le ocurra abrir el mensaje o su disco duro estallará en mil pedazos y su monitor, presa del pánico, saldrá corriendo como un poseso y se precipitará al vacío por la ventana.

Ya he dejado de insistirles, en parte por miedo a que me manden al carajo por pesado, en que cuando envíen correos a diversos destinatarios lo hagan consignando los nombres de los destinatarios en la ventanita CCO (Copia oculta) de su navegador o programa de correo, quedando así las direcciones de los destinatarios fuera de la vista – y por tanto del alcance- de los chorizos cibernéticos que trafican –y se ganan bien la vida- con los datos personales, como lo es el e-mail, de los internautas.

También he dejado de sugerir a mis amigos que antes de transmitir a sus contactos alarmantes noticias sobre teléfonos que explotan, comprueben la veracidad de la misma realizando una sencilla consulta en Google.

Pero es que ya ha llegado un punto en el que el 95 % de los correos que trafican por Internet son SPAM (correo basura) según el estudio publicado por la empresa de seguridad informática GData, y que, como informan los responsables de la prestigiosa firma de antivirus McAfee, la energía consumida por tal avalancha de bulos campando por Internet provoca una cantidad de emisiones de efecto invernadero que equivaldría a la originada por 3.1 millones de vehículos. No me digan mis queridos reincidentes que no es para pillar a los spammers y darles con una novela de César Vidal, de las de tres kilos y medio, en medio de la epiglotis

Teniendo en cuenta que todos nosotros colaboramos con los spammers cuando reenviamos incorrectamente –y esto es con el correo de los destinatarios a la vista del resto- e-mails con bulos informáticos como les que les comentaba, pues de ellos se sirven para obtener las direcciones de correo pare enviar luego correos basura, habrá quien piense que, quizás no con una novela de Vidal, que pesa mucho, pero sí con un ejemplar de prensa gratuita enrrollado –que son livianos y poco lesivos- habría que darnos en el culete, como a los nenes, que no es lo que duele sino lo que educa.

Así que, queridos amigos míos, si alguno de vosotros vais paseando tranquilamente por la calle y llega uno por detrás y os atiza un periodicazo en las nalgas, será la constatación de:

a) Que Mercadona no os va a enviar el vale de compra con los cien euros que os prometió si remitíais el mensaje a todos vuestros contactos.

b) Vuestro buen amigo Miguel, hartito de correo basura, os ha reconocido incluso de espaldas y os ha identificado como emisores habituales de bulos por Internet y, ya sin fuerzas para seguir intentando convenceros por las buenas, se ha lanzado al ataque inmisericorde.

1 comentario:

Mª Ángeles dijo...

Casi casi te veo igual que con las compañías de móviles e internet... pero sin fastidio de siesta :)

Ya he conseguido poner este enlace en FB :)