jueves, 8 de enero de 2009

Zapatero a tus zapatos, segunda parte.

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en enero de 2009
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Me van a disculpar mis queridos reincidentes porque, aunque ciertamente lo he intentado, no he podido resistirme a la tentación de repetir título de uno de mis viejos artículos, aun y a sabiendas que, excepto en el caso de mis reincidentes más recalcitrantes y con magnífica memoria, éste generará confusión, y que habrá quien acuda a él con la ilusión de que esta columna abunde sobre el incompasivo vapuleo del Presidente del Gobierno. En el resto de casos, es decir, en el de aquellos que no sean fieles lectores de mis columnas y con memoria quasi elefantina, comprobaran, no sin cierto desdén, que quien les escribe se ha valido de oscuras artimañas para atraer lectores que, creyendo que uno va a propinar derechazos a mansalva fruto de alguna reconversión espontánea por aquello de año nuevo vida nueva , y se darán cuenta que, en su habitual línea, va a soltar bofetones -por supuesto virtuales, Dios me libre- no a diestra sino a siniestra, lo cual debiera alegrar a la facción de mis reincidentes a quienes mis columnas les activan la histamina, les ocasionan sarpullidos y les ponen de mala baba, pues voy a proporcionarles nuevos motivos para que recorten la foto de un servidor en esta tribuna y se dediquen a practicar con ella toda suerte de actividades desestresantes, como lanzarle dardos, escupitajos y/o abundar con ella en tonificantes prácticas vuduistas. Lo de las amenazas y los insultos anónimos al correo electrónico, también les puede servir, por mucho que éstas y éstos puedan ser considerados como poco elegantes y menos cristianos.

Aprovechaba este pulsateclas en su artículo de homónimo nombre del año 2005, para dar cera a unas palabras del Sumo Pontífice en las que éste aconsejaba al gobierno en temas tan poco celestiales como el trasvase del Ebro. En éste de hoy, no quiere un servidor dejar pasar la ocasión de cachondearse, vil y descaradamente, del artículo aparecido en el periódico del Vaticano en el cual se acusa la píldora contraceptiva de causar daños en el medio ambiente, de propiciar la infertilidad masculina y de atentar contra los derechos humanos. Casi na. De la responsabilidad de la píldora en la muerte de Manolete todavía no dicen nada, pero a este paso todo se andará.

Vaya por delante que el Vaticano puede, e incluso debe, dirigirse a sus fieles -o a los que sin serlo lo quieran escuchar- para recordarles que eso de los anticonceptivos no naturales está muy mal visto en la actual Iglesia, y que aquellos que los utilicen pueden no ser recompensados con todos los parabienes disponibles en el cielo tras el juicio final, pero que cuando esto se hace en clave catastrofista y elidiendo el más puro sentido común merece que, como mínimo, un servidor tire de artículo 20 de la Constitución –el de la libertad de expresión, prensa, cátedra, etc…- para dedicar este artículo a pitorrearse salvajemente de las afirmaciones de ese artículo.

Así que ahora resulta que el cambio climático no es responsabilidad del monóxido de carbono, ni de su primo el dióxido, ni del gemelo clónico de este último el anhídrido carbónico, ni de las emisiones y vertidos contaminantes de industrias y motores, ni de la deforestación amazónica, ni de la generación masiva de residuos no reciclables. No. Ya, ni siquiera la culpa es del cha cha cha, sino del pipí de las señoras que toman la píldora, que parece ser que en su recorrido por cloacas y que le lleva a los ríos y al mar, o su filtrado al subsuelo en el caso de las señoras que se vean en un inesperado apretón urinario y liberen su esfínter septentrional en el bosque o en el campo, suelta en el medio ambiente toneladas de hormonas malísimas de la muerte que, además, son responsables de la infertilidad masculina. Les confieso que a partir de hoy, cada vez que en una reunión se levante una fémina para ir al baño, la miraré con pánico atroz pensando que su futura micción quizás contenga la gota que colme el vaso –o el váter-, y nos lleve al punto de no retorno en que el último de los varones se vea desprovisto del último de sus espermatozoides apto para contribuir en su cincuenta por ciento correspondiente al milagro de la vida. Ya estamos tardando en editar pegatinas para que las señoras de orina limpia se las coloquen en la solapa, a fin de que todos podamos identificarlas, y no nos acojonemos cuando las veamos entrar en el excusado. Habría que exigir que, de inmediato, el Ministerio de Medio Ambiente coloque en los váteres femeninos contenedores especiales –éstos podrían ser de color rosa- con la indicación “sólo pis contaminado por hormonas chungas de ésas que producen las pastillas antibaby”, para luego poder ser tratado en plantas especializadas de reciclaje en las que, tras un complejo proceso químico, extraer la hormona para luego, convenientemente aderezada, utilizarla como pesticida o como combustible para las naves interplanetarias.

Lo que sí que hay agradecerle al Vaticano, es su labor formativa y su colaboración en el dicho de que no hay día en el que uno no aprenda algo nuevo, porque resulta que este que les escribe, en su ignorancia, creía que lo de atentar contra los derechos humanos era otra cosa, y resulta que no, que basta con una pastillita de ésas para cometer crímenes de lesa humanidad. Garzón se va a poner las botas en cuanto se entere.

Tampoco podemos dejar de alabar la congruencia del Vaticano cuando participa en las concentraciones por la familia, como la reciente llevada a cabo en Madrid, donde el propio Herr Ratzinger aparecía como estrella invitada defiendo el verdadero modelo de familia, el tradicional, pues de lo contrario se ponía en peligro el futuro de la humanidad, y, en esta misma línea, Su Santidad ha propuesto como –textual- “Modelo de Familia Cristiana”, a una madre valenciana y a sus cuatro hijas religiosas.

Resulta del todo indiscutible que si todas las hijas de todas las familias ingresan en órdenes religiosas y se dedican a la vida contemplativa –y por tanto casta- estamos asegurando el futuro de la humanidad. Y además, eliminamos de una vez por todas ese gran atentado contra el medio ambiente llamado píldoras anticonceptivas.

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